domingo, 20 de julio de 2014

Como árboles o floraciones, tan vivos como raíces, como semillas

13/10/2009 16:28:00 
La voz de João Gilberto Noll


Por Antonio Maura



                                                                                                                Divulgação


        “Me entusiasman los libros de Clarice Lispector. Los leo y releo. Y siempre encuentro algo nuevo en ellos. Me iluminan. En una ocasión, impartiendo un curso de literatura brasileña en la Universidad de Berkeley, en California, pedí a mis alumnos que leyesen A paixão segundo G.H. Luego me eché las manos a la cabeza: ¿cómo podría un estudiante joven y con poca práctica en la lectura comprender una obra semejante? Sin embargo, entre mis alumnos había muchos que procedían de países orientales, países donde se practica el budismo, el taoísmo, y los análisis que hicieron del libro eran realmente originales y esclarecedores, interesantísimos. En mi opinión, éste es el mejor libro de Clarice, el más profundo y estremecedor.” Quien habla así es un escritor de raza, un autor que también escribe estremecedores relatos, cuentos y novelas, João Gilberto Noll. El escritor ha paseado por Madrid y Salamanca, ha visto a quienes deambulan por sus calles, ha leído textos suyos, ha impartido talleres de escritura, ha conversado con novelistas y poetas españoles, con críticos y con profesores, ha concedido entrevistas, y ha vivido, como pocos, la pasión de gentes diversas, de lenguas distantes y ajenas, que se juntan y disgregan en la gran ciudad como las imágenes de un calidoscopio disparatado. En Madrid y Salamanca, donde he tenido la oportunidad de acompañarle, ha dicho muchas cosas: ha mencionado la música y su difícil adolescencia como origen de su trabajo literario, ha explicado como los dedos de la mano se mueven a lo largo de las teclas del ordenador, como son ellas y no su mente quienes escriben, ha recordado que la literatura es lenguaje y que el lenguaje fluye como la sangre, como los fluidos corporales: el sudor, el semen, la orina, las secreciones vaginales, los sueños. ¿Acaso no son los sueños secreciones también de la mente, de un organismo en descomposición? João Gilberto Noll nos ha contado cómo aparecen sus personajes, o mejor, como surge el único personaje de sus libros, que deambula de una novela a otra o a un cuento, como ese narrador da cuerpo a la voz, a una voz que en su infancia cantaba el Ave María, de Schubert. Noll nos ha explicado cómo nació esa voz y como esa voz se volvió lenguaje y el lenguaje materia de sus libros. Es difícil, muy difícil, conocer a alguien que sea capaz de vivir semejante intimidad con el acto de escribir, de identificarse con la escritura misma.

Durante los últimos meses he leído y, en algunos casos, releído la obra de este autor de Porto Alegre y he sentido como esa voz, ese personaje que habla en sus narraciones, me seguía o acompañaba, me abandonaba para encontrarme de nuevo, me hacía guiños para luego esconderse, me amaba violenta, dulcemente, o me contaba las experiencias más desasosegantes de su cuerpo, hechos y sensaciones que muy pocos se atreven a confesar. Y es que la voz que habla en los libros de Noll tiene una libertad, un desparpajo, una virulencia, una sinceridad que no he sabido encontrar en ningún libro, en ninguna calle o plaza, en ningún camino, en ningún lugar. Es una voz que resuena en mi interior, que despierta otras voces mías, solitarias, desamparadas, distantes, quizás procedentes de infancias lejanas, tal vez de otras vidas y otras experiencias, no sé. Es una voz cuyo sonido me llega nítido, aunque no sea capaz muchas veces de entender su significado. Semejante a un solo de violín con su sutil hilo melódico, la voz que habla en Noll penetra en mí por los orificios de los oídos, por los poros de la piel, y hace vibrar mis órganos y mis pensamientos. Quizás esa voz, esas voces ya existían y todo lo que los libros de este hombre alto, delgado, tierno y solitario han hecho es despertarlas, incorporarlas en mi interior como árboles o floraciones, como alientos desconocidos tan míos como propios del ser humano, tan vivos como raíces, como semillas.
João Gilberto Noll hizo sonar su voz como un mendigo, en una calle de Madrid, hace sonar su violín o su acordeón. Y esa voz es su personaje y ese personaje puede ser un vagabundo o un actor, un escritor o un paseante olvidado de todos y de sí mismo. Su personaje inició su camino hace algunos años, en 1980, con un libro de cuentos –O cego e a dançarina- y siguió amando, devorándose, lamentándose, hiriéndose, soñándose a lo largo de trece libros más:A fúria do corpo, Bandoleiros, Rastros de verão, Hotel Atlántico, O quieto animal da esquina, Harmada, A céu aberto, Canoas e marolas, Berkeley em Bellagio, Mínimos, múltiplos, comuns, Lord, A máquina de ser, Acenos e afagos... João Gilberto Noll nos ha confesado que posiblemente el libro que más le gusta de los que ha escrito sea Lord, narración escrita en Londres con una beca del King’s College, donde un narrador o un personaje llega a la ciudad del Támesis y no logra recordar quien le ha invitado, para qué ha ido, cuáles son sus obligaciones o sus amigos. Este personaje, como los de las obras de Noll, o como la voz que anima todos sus libros, no tiene nombre y si alguna vez alguien se dirige a él de una determinada manera, esa denominación, ese sonido con el que se le ha interpelado no sirve al momento siguiente, es apenas una improvisación, un gesto que se usa para llamar la atención del pordiosero que desaparece de la vista al doblar la siguiente esquina.
De Clarice heredó Noll el ansia de trascendencia, el deseo de traspasar los desdibujados, fluctuantes límites del ser, del yo, y volcarse así en otro individuo vivo o mineral. ¿Cómo no recordar los relatos clariceanos en los que la protagonista se sumerge en los ojos de un felino o de un búfalo, el catálogo de las flores de su libro Agua viva, la trasmutación, el desorden mental y psíquico, al masticar y saborear la entraña de la cucaracha, ese gusto de lo vivo neutro, que se describe en A paixão segundo G.H.? Y también como en la obra de Noll, en estas novelas de Clarice sus protagonistas y narradoras no tienen nombre propio. Y es que no existe un nombre para la voz de la conciencia. La identidad es una construcción humana. Necesitamos colapsarnos en un ego para entendernos, para reconocer nuestro nacimiento y nuestra muerte, para alimentar nuestra biografía. Sin embargo, todo ello es ilusorio, como sucede en los personajes que deambulan por la novelas de Noll, vagabundos cuya identidad se trastoca, emerge o se diluye en un paisaje, en una atmósfera o en otro cuerpo. ¿Son hombres o mujeres? No se sabe. Apenas distinguimos cuerpos arrojados a su suerte en cualquier calle, en cualquier lugar. Aman y quieren ser otro. No siempre lo consiguen, pero lo intentan continuamente. También en Clarice, seguidora de una tradición cabalística, el yo es muy frágil, y el individuo, la mujer de clase media que retrata en sus novelas, se pierde muchas veces, no sabe quien es, intenta desesperadamente convertirse en otro ser: la rosa, la cucaracha, el caballo. Sólo en esos momentos de despersonalización se produce la clarividencia, el estado de gracia. En la novela de Noll, A céu aberto, el protagonista es un actor que quiere poner en pie el Teatro de la Aparición (Teatro da Aparição) y se habla también enCanoas e marolas de un programa médico, tal vez para enfermos terminales, que se denomina Ablación de la Mente (Ablação da Mente). ¿Acaso no se trata de la misma operación? Acaso la desaparición del sentimiento de individuo, su agostamiento o ablación, como si se tratase de una extirpación genital, ¿no sería también el momento de la Aparición, del encuentro con el río ancestral que circula bajo nuestras existencias individuales? Ese río que sentimos vibrar bajo nuestros rudimentos humanos, que escuchamos en raras ocasiones y que la belleza o el amor nos lo desvela, a veces, sólo a veces, y fugazmente. Hubo un sabio cabalista en el siglo XIII, nacido en Zaragoza, cuando España aún no existía, Abraham Abulafia, que defendía que la combinación aleatoria de fonemas y letras podría conducirnos al encuentro con la divinidad y el coro de sus ángeles. ¿La literatura no es, acaso, eso mismo: una combinación de signos y sonidos? ¿Y no será esa divinidad, a la que se refería Abulafia, el río del que hablo, y el murmullo de sus aguas como un batir de alas de pájaros celestes? En todo caso, de esa anulación, de ese despojamiento, de ese deseo, necesidad o ansia tratan los libros de Noll como lo hacían también los de Clarice.
Si de Clarice Lispector, como digo, Noll ha heredado la fragilidad del yo y la fluidez de sus límites, de Rubem Fonseca ha sido la geografía de las calles de la gran ciudad, el crimen anónimo, la soledad, el sexo explícito, brutal, anónimo. Con esto no quiero decir que la obra de este escritor de Porto Alegre sea la continuidad de una determinada escuela literaria, no, lo que pretendo transmitir es que Noll está inmerso en ese discurso propiamente brasileño, que entronca con su producción literaria más auténtica, con el imaginario más profundo de su país. Todos sabemos que formamos parte de una tradición, que continuamos un determinado discurso, que avanzamos con un lenguaje aprendido en nuestra infancia y juventud. No es otra cosa lo que hace Noll. Parte de Clarice y de Fonseca, sí, pero su obra es de una coherencia indiscutible, tiene un ritmo propio, que le da consistencia y entidad. Sus personajes son tan creíbles y tan increíbles como lo somos nosotros mismos, sus lectores. ¿Qué garantía tengo yo, o cualquiera de vosotros, de que existimos, de que no somos el sueño de otro, o una imagen multiplicada en un espejo infinito? ¿Quiénes somos: aquel que se identifica con sus documentos ante la policía, una galaxia de átomos, una suma interminable de células que se relacionan entre sí, unos órganos vitales interconectados por válvulas y venas entre los que se encuentra uno, el cerebro, donde debe alojarse esa identidad en la que nos refugiamos? Nadie está seguro de nada.


                                                                                                                 Divulgação
Hay muchos escritores, la mayoría cuenta historias de la vida, aventuras y acciones más o menos destacables. No es de esa estirpe João Gilberto Noll. El escritor de Porto Alegre nos habla directamente al corazón, articula un discurso, un ritmo que nos conduce por vericuetos impensables al lugar donde todos los individuos somos intercambiables, somos uno y muchos, como células de un organismo, como ladrillos en un edificio, como gotas de agua en una nube: una nube que fuese como la que imaginaron Stanislaw Lem y Andréi Tarkovski enSolaris, donde describen un planeta, que es también un gran cerebro que se alimenta de ideas y sentimientos, y donde los anonadados visitantes descubren que forman parte de una colectividad que les sobrepasa. ¿No serán, me pregunto, las novelas de Noll semejantes a sueños de esa gran mente planetaria, la manifestación de ese inconsciente colectivo del que nos hablaba Jung?
Nota: Este texto fue leído con ocasión de la estancia de João Gilberto Noll, en Madrid, como escritor visitante en un programa conjunto entre la Fundación Cultural Hispano Brasileña y la Residencia de Estudiantes, que tuve el gusto de coordinar.


 

Antonio Maura é escritor, crítico e professor universitário espanhol. Sócio Correspondente da Academia Brasileira de Letras (julho, 2011) e assessor da Fundação Cultural Hispano Brasileira. Tem publicado, entre outros, os romances Voz de Humo e Semilla de Eternidad, e o livro de contosPiedra y Cenizas. Faz parte do Conselho Editorial de Cronópios. E-mail: amauraba@gmail.com

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