Dejé para la última pieza, la que fue unos meses de huéspedes, la que iba con salamandra pero no, la que quizás se dedicara a talleres, los libros de consulta envejecidos, los manuales de cuatro generaciones, las colecciones de fascículos míos y de mi mamá. Pero aparecieron estas maravillas de Sigmar que fueron de mis primeros amores de papel y hace rato no tenían lugar para desplegar su belleza. Y los estantes se me pusieron infanto-retro-nostalgia-justicia poética.
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