Ando últimamente repitiendo el verso de Maná. Y no es eso. (Ni mucho menos que dependa de alguien que se fue). El ritmo de la vida natural, vegetal, animal, mineral, me parece genial, tranquilizador, justo, cíclico, amoroso, acorde a mi respiración y mi culo redondo. Lo que me parece mal es la velocidad (sin ritmo, cortante, apurada, nerviosa) de la gente en las calles, en la rutina diaria histérica, ansiosa, pospandemia, asustada, violenta). Y, sobre todo, me molesta que se me pegue, que me haga reprocharme cosas que amo como mi lentitud y mi desgano, mi rebrote vegetal o mi hibernación curativa.
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