“La poesía es un solo país”
08-10-2014 | Festival de poesía latinoamericana Bahía Blanca
El fin de semana pasado, en Bahía Blanca, se desarrolló el 4º Festival de Poesía Latinoamericana. Viajaron autores desde Chile, Uruguay y Brasil pero también desde Córdoba, Rosario y Buenos Aires.
Texto y fotos Valeria Tentoni.
“Hay una frecuencia de festivales en todo el país que va creciendo”, asegura Omar Chauvié, uno de los responsables del IV Festival de Poesía Latinoamericana que tuvo lugar en Bahía Blanca el fin de semana pasado, y que puede pensarse en sistema con otros como el Festival de Poesía de Rosario, el Filba Internacional (que este año, justamente, se realizó en simultáneo en Santiago, Buenos Aires y Montevideo, en los tres países que fueron más fuertes aquí también, y que ha ido incorporando más espacio para la poesía) o el Festival de Poesía de Acá, de Mar del Plata, que está a punto de comenzar. Pegados en el calendario, además de la primavera, estos eventos comparten varios invitados.
Hay una circulación de obras y de nombres que definitivamente no puede pensarse sin estos canales de rotación. “En algunos casos se puede hablar ya de una larga historia, pero también hay festivales emergentes; aún en sus diferencias, van ordenando el año, o al menos marcándole un ritmo, a una actividad muy intensa ligada a la poesía. Bahía tiene un movimiento importante en ese campo y este festival trata de insertarse en ese recorrido por el país”, agrega. Junto a María Julia Mazzaferro y el uruguayo Gonzalo Ledesma estuvieron a cargo de que durante cinco días -seis, si incluimos la coda del día de hoy, miércoles, con la proyección del documental Silencio! La palabra vuelve a tomarlo todo- la ciudad de Bahía Blanca fue sede de esta cuarta edición, dependiente del Instituto Cultural. Aunque, en rigor, es el primero de la serie que no lleva el agregado “de bolsillo”. Y es que el festival engordó su formato y la cantidad y la diversidad de procedencia de sus invitados. Unos treinta, en esta oportunidad. Ronald Augusto llegó desde Brasil, Clemente Padín, Sebastián Pedrozo y Diego Recoba desde Uruguay. Por Chile estuvieron Jorge Montealegre, Mario Verdugo, Ernesto González Barnert y Andrés Florit. También, entre quienes participaron, se contaban a Timo Berger (por Alemania), David Wapner (radicado en Israel), Roberta Iannamico y Nurit Kasztelan. Desde Córdoba, Silvio Mattoni y desde Rosario, Daiana Henderson, aunque en realidad nació en Paraná. Entre los locales, Mario Ortíz (con nuevo volumen de sus Cuadernos de Lengua y Literatura bajo el brazo) estuvo a cargo del taller de reciclaje poético, y hubo lecturas de autores recientes como Micaela Varela, así como la presentación de una microantología bahiense, Cavar galerías.
Las actividades incluyeron la presentación de libros editados por las locales VOX y Chuy (editora argentina que publica autores uruguayos, hermana de La propia cartonera, uruguaya que edita argentinos), Pez espiral y Das Kapital por Chile. Coto de caza, de González Barnert; Apología de la droga, de Verdugo; Hamaca paraguaya, de Andrés Montenegro; Martes dedo, de Alfonsina Brión y dos plaquetas de Diego Recoba y Sebastián Pedrozo fueron los títulos estrenados. Quizás fue en esos cruces donde quedó en evidencia uno de los efectos más potentes de este tipo de festivales: el intercambio de materiales, la fuga de materiales, para robarle un título publicado en Chile al argentino Martín Kohan. Una fuga a agradecer, claro, y también un tráfico hormiga de libros que viajaron de ida y vuelta en valijas y que se ofrecieron en una feria que estuvo presente en todas las actividades. Hubo ejemplares de las locales Semilla, 17 Grises o Proyecto Azahar, revistas Nexo, Esto no es una revista literaria y Rizoma, pero también se encontraban libros de sellos como Mansalva, Bajo La Luna, Huesos de Jibia, Iván Rosado, Galería editorial o Pánico el pánico.
Además de presentaciones, lecturas y talleres, hubo espacio para charlas y disertaciones. Silvio Mattoni compartió un ensayo crítico exquisito sobre la obra poética de Laura Wittner, Roberta Iannamico y Cecilia Pavón. Clemente Padín estuvo a cargo de una charla sobre poesía visual. Wapner dejó en claro que “no soporta la literatura infantil” y le gusta, en cambio “escribir para los chicos”, trabajando con textos de Lovercraft y Lewis Carrol. Montealegre, por su parte, trabajó sobre humor gráfico con Condorito.
El festival se propuso inclusive llevar estos puntos de reflexión a los espacios educativos de la ciudad, y algunos de los invitados de Chile y Uruguay disertaron y leyeron en la Universidad Nacional del Sur y en escuelas públicas.
A esas sedes se les sumaron el Museo de Arte Contemporáneo, la Confitería de la Estación Sud, la cantina de la Universidad Nacional del Sur y Nueva Cruz, una disco en la que se desarrollaron las actividades de trasnoche del programa: maratones de lectura (nos quedamos con las ganas de ver ante el micrófono de pie a Luis Sagasti y a Marcelo Díaz, anunciados) y recitales de bandas como Los Horrendos –quienes consiguieron mejor la atención del público nocturno. En música, el escenario había sido tomado un día antes por un recital de Nico Arias y su Orquesta proletaria, en proceso de grabación de su primer disco.
“Es un momento propicio para pensar América Latina, y es bueno pensarla desde todos los ángulos posibles, pensarla en los aspectos que pueden percibrse como comunes y en las sustanciales diferencias que hacen a cada región, a cada comunidad. La poesía es un registro más, pero un registro con el que nosotros nos sentimos comprometidos, y que además nos muestra también variedades y singularidades a cada momento, formas específicas que pueden convivir y potenciarse”, completó Chauvié. Mientras los invitados se despedían el domingo (algunos coordinando para verse en Mar del Plata), Mario Ortíz repetía algo que, si no escuché mal, salió de boca de Florit: “La poesía es un solo país”.
Tomado del blog de Eterna Cadencia
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