Mis lunes suelen ser mortalmente largos pero al de hoy se le fue la mano (tiempo psicológico que le dicen). Empezó tipo 3 de la mañana y yo desvelada, lo que jamás. Paranoica escuchando ruidos de puertas y rejas y gatos saltando en el techo y mosquitos reventados contra mi frente como si fueran malos pensamientos (reventé unos cuantos y otros se me escaparon).
Luego: escuchar a Magda salir para el laburo y desearle con toda el alma un buen día y menos miedo que el mío, despertar a Rafa para que vaya al cole y llamar a mi escuela para decir que no voy y dar tarea para alupnitos abandonados. Mandarle mensajito a Ju que estuvo toda la noche con el abuelo internado y que me diga que no durmieron nada ninguno de los dos y amar tanto a mi hijo mayor y responsable y cuidando a su abuelito tan roto.
Rafa que sale en bici y el miedo de nuevo, de que haga cagadas, de que se cruce con el vecinito que lo afanó el sábado y rogar que tenga juicio. Y Magda que vuelve ya porque la conchuda de su empleadora no fue capaz de avisarle que no iba a trabajar y no necesitaba sus servicios de niñera.
Levantarme para ir a buscar cerrajero que me cambie las cerraduras. Ir por el barrio contando mis penas, recibiendo ayuda, consejos y hasta la promesa de ponerme en cadena de oración. Comprar pan, leche, harina, una sube con 15 pesos de carga, crédito para el celu.
Esperar al cerrajero y a Ju que venía sin dormir de lo del abuelo y quería que lo ayude a hacer un TP para la facu. Noticias de que el abuelo va a ser operado el mièrcoles, que se tiene que curar de los bronquios, que mi hermano está con él. Ver con mijito fragmentos de El mercader de Venecia y hasta entusiasmarnos con eso y hacer el TP mientras me manda mensajito mi querida Sil que ya terminó su parcial en la facu (yo no fui a pesar de desear mucho escuchar la clase sobre Tropicalismo) y que viene para casa a traerme los textos que necesito para escribir mi monografía para el lunes.
Sale Ju entra Silvana. Mates con ansiedad y torta de mandarinas que hicieron ayer las chicas. Rafa que llama que está en lo de un amigo, que todo bien, que ya viene. El cerrajero que devuelve la cerradura con llave nueva. Silvana que cuando se quiere ir a dormir todo lo que no durmió anoche ahoga el auto y no le arranca. Entrar de nuevo, esperar, volver a intentar, no anda, empujar con los vecinos y Rafa que aterrizó. No arranca (ahora somatizo en el auto ajeno?) y media hora más de mates y mirar fotos viejas de mi mamá y mi papá, digo, como para canalizar emociones con Sil que siempre me banca.
Y ahora me acaba de mandar mensajito que finalmente llegó a su casa. Y Rafa ya entró y salió mil veces más para comprar bananas y comida de gatos y arreglar su bici. Y ya nadie más jode. Y se pregntarán (yo misma me lo pregunto) qué necesidad hay que escribir acá esto o poner boludeces en feis. Y es que boludear es tan necesario cuando una está pasada de rosca angustiosa... Y es que contar es tan necesario cuando se busca sentido a lo que se vive como busca oxígeno quien quiere aprender a nadar.
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