:: LECTURAS ::
Historias tristes sobre reyes muertos
26-06-2014 |
Una lectura de Jacksonismo, reciente lanzamiento de Caja Negra, con traducción de Cecilia Pavón.
Por Cecilia Boullosa.
¿Qué estabas haciendo cuando se murió Michael Jackson? ¿Qué hiciste después? Un impacto informativo de ese tamaño no nos llega todos los días. Por mi parte, me enteré por twitter, pero no lo creí. Muertes falsas de famosos circulan todos los días. Pero unos minutos después la confirmación estaba en todos los diarios: “El rey del pop murió a los 50 años”. Hice una captura de pantalla de la tapa de Clarín porque seguía sin creerlo. Todavía la tengo guardada en Mis documentos.
Ayer se cumplieron cinco años de su muerte –o de la muerte de lo poco de vivo que quedaba en él para 2009-y y con timing perfecto aparece en castellano Jacksonismo (Caja Negra), una notable colección de 20 ensayos editada por Mark Fisher. El libro es notable e inteligente porque le escapa intencionalmente al tributo fácil o la biografía condescendiente y trata a Michael Jackson como síntoma de una época, cuya fiesta de lentejuelas, hits brillantes y globales, bailes anti-gravitacionales e hipotecas a tasas bajísimas termina con el derrumbe de la economía en 2008. La sucesión de ensayos, a cargo de filósofos, historiadores, profesores de estudios culturales, periodistas y críticos de rock (Simon Reynolds, Paul Lester) y hasta arquitectos -algunos más fans que otros de su música- deconstruye a Michael Jackson sin guardarse nada, hay fascinación en los textos, perplejidad, curiosidad, preguntas, ¿acaso hubo un fenómeno más desconcertante en la cultura de masas que este hombre/mujer, humano/extraterrestre, negro/blanco, niño/adulto? El gran freak del siglo XX. Un personaje que no funcionaría como ficción porque nadie se lo creería.
¿Cuál es tu primer recuerdo de Michael Jackson? Pertenezco a la legión que lo conoció cuando estaba en su punto caramelo. “Todavía más negro que blanco, con más carne que plástico, nunca lució tan bien como en ese momento”. Ese momento son los 5 minutos 32 segundos de 1983 en los que Jackson canta en vivo por primera vez “Billie Jean” durante el 25 aniversario de Motown y muestra por primera vez su moonwalk, -tan suave, tan simple de ver, tan difícil de imitar. Antes de empezar a cantar, Jackson, que viene de reversionar tres o cuatro canciones de The Jackson 5 junto a sus hermanos (ya pesados, sin gracia y anclados a otra dimensión del tiempo) dice: “Estas canciones están muy bien, y me gustan, pero más me gustan las canciones nuevas”. Jackson instaura el orden nuevo, y al otro día se convierte en el hombre más famoso del planeta. “Fue uno de esos eventos televisados que solo ocurren una vez en una generación, un acontecimiento similar a los Beatles, o a Presley en el programa de Ed Sullivan, o a Sex Pistols en Top of the Pops”, escribe Paul Lester en “Los veinte grandes hits de Michael Jackson”. Yo tenía 5 años cuando vi esa presentación, vivía en Paraguay y me acuerdo que con mis hermanos nos volvimos locos. Fue un fogonazo de emoción que se alojó por meses en nuestros cerebros. Aunque lo intentamos, jamás nos salió ni cerca el moonwalk.
“Si había una figura que representara -globalmente- la cultura universal que estaba por llegar, era la figura eternamente joven, aparentemente inmortal y que desafiaba la gravedad, de ese Michael Jackson de la época Thriller-Bad-Pepsi. Fuera de la historia, fuera de cualquier categoría de raza, género o clase, Jackson era al mismo tiempo el “todos” y el “nadie” del liberalismo”, dice Jeremy Gilbert en “La abstracción real de Michael Jackson”.
Jacksonismo es un libro para leer en sincro con Youtube. Cuando Barney Hoskyns sostiene que “si la primera vez que escuchaste ´Don´t stop ´til You Get Enough´ no califica como uno de los mejores momentos de tu vida, entonces está claro que eres alguna clase de vegetal”, no queda otra opción que ir de nuevo y poner play (y comprobar que no sos un vegetal). El periodista David Stubbs describe esta canción de una manera redonda: “Es el juego después del trabajo. Es el neón y el primer trago después del trabajo. Es la alegría urbana”.
En términos de música, la mayoría de los ensayos acuerdan que Jackson perdió la brújula a partir de Bad, “un disco malo”, seguido por otros igual de malos o peores (Dangerous, HIStory, Invincible). Sus canciones cada vez más herméticas, ausentes de alma: “Daba la impresión de estar tratando de adivinar lo que el público quería, en lugar de escuchar sus propios instintos”. Y una paradoja: mientras que desde los títulos de sus discos se forzaba a proclamar una rudeza y virilidad in crescendo (de Bad a Invincible), él, como persona y como estrella, se debilitaba cada vez más. También subyace otra idea: Jackson no fue ni tan influyente ni tan vanguardista como otros músicos negros (Prince, Stevie Wonder) ni siquiera fue original inventando pasos (Jeffrey Daniel, del grupo Shalamar, mostró en cámara el moonwalkun año antes que Jackson en el programa Top of the Pops), pero como entertainer, sí, no tuvo rival. Además, Michael Jackson sabe que está haciendo historia, su ambición estética y su ambición comercial, como dice Simon Reynolds son indivisibles.
¿Michael Jakcson terminó transformándose en uno de los zombies deThriller? ¿El deterioro de su cuerpo y la salud son alusivos al desastroso deterioro de la sociedad post-soviética? ¿Borró todo lo que había de másculino en él, todo lo que había de negro, de humano pero lo único que quiso borrar y nunca pudo fue su memoria? Son algunas de las preguntas, algunas más arriesgadas e incomprobables, que atraviesan los textos deJacksonismo. Para los últimos capítulos el sueño ya se había terminado hace rato: las imágenes terminales de Michael Jackson, drogado hasta la punta del pie con Dilaudid, viendo en loop dibujitos animados y hablando con maniquíes o las de su autopsia -pelado, con las venas colapsadas- son el opuesto de su mejor noche, su mejor versión, cuando “el baile todavía era inocente y el mundo parecía estar en su momento más brillante”.
Tomado del blog de Eterna Cadencia
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