¿Sabés qué me parece, amor mío, amor de mi vida? Que lo que vos y yo no podemos aceptar, no nos creemos ni en pedo, es que el otro (vos hacia mí, yo hacia vos) tenga ganas de conservar este amor. No podemos creer que el otro no quiera perdernos, que seamos valiosos, irrenunciables uno para el otro.
Y cuando yo me hacía la señora analizada decía que vos, que tu baja autoestima, que tu paranoia de pobre tipo que no acepta que este minón lo quiera. Y yo soy igual: de repente me hace feliz, muy feliz, ver por un segundo luminoso, que soy valiosa para sos, que soy necesaria, imprescindible, que no vas a ir a ninguna parte porque soy el centro de tu vida. Lástima que no pueda (yo, y menos convencerte a vos) sentirme así de magnífica todo el tiempo.
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