Hace mucho mucho tiempo que mi pobre Wences lavaba a las patadas, haciendo ruidos extraños y desprogramándose a la mitad del lavado. Mijito había intentado destaparlo pero se rindió fácilmente. Yo ni intenté, y me conformaba con pensar en todas las monedas que escuchaba acumularse al centrifugar.
Él se puso de panza en el piso, con pinzas y todo y terminó desarmando no sé qué (tuve que ocultar mi pánico) y extrayendo monedas, clips, alfiler, monstro peludo y otros especímenes inclasificables.
Wences agradecido. Sin celos ni rencores.
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