Perdón por no haber ido a tu cumpleaños. Hacía mucho calor. Todos tus amigos iban a usar mucho la pileta que yo acababa de limpiar y no quería ver cómo la destrozaban con sus saltos espásticos, su crema solar y sus orines. Cumpliste 35 años. Nada. Igual te digo: pareces mucho más grande, un señor. ¿Trabajar en Sprayette te hizo de goma o tuviste una historia muy destructiva? Yo le apuesto a Sprayette. Conozco a muchos con historias horrendas que llegan a los 40 y todavía parecen niños. Te cuento: hoy fui otra vez a tu pileta y como vos no estabas me atendió tu tía. Una divina, la vieja. Me dijo: "Hoy no está Ezequiel pero el fernet te lo hace él", y me señalo a tu amigo de la moto. El tipo estaba en cuero. ¿Le viste el tatuaje de la morsa? ¿Qué hace ahí una morsa, rodeada de esa boa gigante y esas letras chinas? Me trajo un fernetazo. Enorme. Menos mal que me lo hizo liviano porque si no ahora en vez de escribir esto le estaba dando un beso en la boca a tu tía. Me asusta pensar en eso, pero puede pasar. Otra cosa: me dijo tu tía que el sábado ya se van, que vuelven los dueños. Bueno, quiero que sepas que nada va a ser lo mismo sin vos. Nada. Te voy a extrañar como extraño a los elefantes cuando vuelvo del zoológico. Tu tía me dijo que el jueves limpie la pileta otra vez. Espero que estés. Me gustaría despedirme. Darte un abrazo enérgico, electrizado, que dure hasta el año que viene, si es que el año que viene volvés, y si no, que dure para siempre. Si volvés, eso sí, seguí trayendo fernet. No te olvides de mí. Vos sos mi Hombre del Fernet, pero yo también soy tu Hombre del Fernet.
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