De repente tiro mucho de la cuerda, abuso de su paciencia, me encapricho, me enloquezco, lo acuso, le cambio de humor sobre el pecho, en plena cara, descaradamente. Y pienso que no va a resistir, que ahora huye, que ya me deja.
Pero él está, acaba de estar. Y sonreía.
Toda la vida pedí esto, no sé por qué me resulta tan extraño conseguirlo, merecerlo.
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