viernes, 2 de enero de 2015

La Schweblin es necesaria


Distancia de rescate

Samanta Schweblin
Federico Romani

Tiempo y voces ensamblan la trama de Distancia de rescate, y sus monstruosidades de diversa índole transparentan un trabajo minucioso de composición aplicado no tanto sobre su materia de fondo —una historia de fantasmas— como sobre sus matices y texturas. El aire de género fantástico que envuelve casi siempre los relatos de Schweblin parece haberla transformado en la vanguardia de un culto muy cuidado en lo que a la tradición de lo “rarificado” en la literatura argentina se refiere. Esta perseverancia en determinados modos narrativos se vincula con una presencia muy marcada tanto de esa línea histórica como de las violencias sutilmente aplicadas en su renovación. Schweblin no podría haber existido sin Cortázar o Abelardo Castillo —con todo lo bueno y lo malo que ello implica—, pero su inteligencia y atrevimiento tienen que ver con los arreglos futuros de esa tradición y no con la inclinación reverencial que otros —y “otras”, porque Schweblin, digámoslo, ya tiene imitadoras— practican con figuras un poco más modernas como Stephen King y Clive Barker. En su tercer libro —su primera “novela”, aunque aquí las cuestiones de extensión sean algo engañosas—, Schweblin parece haber encontrado definitivamente su mundo, y la integración de ese cosmos surcado por el peligro tiene que ver con el armado de una conversación y las voces que la sostienen en torno a una secuencia de envenenamientos vinculados a los desechos tóxicos que saturan un pueblo ubicado “a cuatro horas de viaje de la Capital”. Entre la combinación de esas voces como las notas de una partitura arrastrada por un aire profundamente enrarecido se filtra un equilibrio notable, realmente perturbador, entre el (aparente) desorden interno del relato y el sufrimiento de los personajes, que Schweblin establece con paciencia y artesanía, pisando el acelerador para que el miedo entre a tiempo y soltándolo con la suficiente antelación para generar ese tipo especial de inercia que ya caracteriza sus mejores cuentos, y que acostumbra a dejarnos demorados en una dimensión muy específica de la incomodidad.

Samanta Schweblin, Distancia de rescate, Literatura Random House, 2014, 128 págs.

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que sonríe cómplice de amor...