Cada vez que mis hijos e hija hacen algo groso (Ahora la nena acaba de salir de vacaciones con 4 amigas) a mí me da como un golpe de pánico, un quedarme sin aire, un correr a meterme a la cama para no temblar, para protegerme y protegerlos acurrucándome.
Al rato me vuelve el alma al cuerpo y gana el orgullo, la confianza, la alegría de que se diviertan y crezcan. (Pero si se iba sin la campera la reviento)
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