domingo, 13 de enero de 2013

Fascinación de las puertas entornadas o cerradas

"Fascinación de las puertas entornadas o cerradas, como los ojos de esa estatua que tiene el cuerpo de un hombre y el rostro secreto de una mujer, como el cuerpo de Inés antes de los primeros besos, siempre, cuando se vuelve otra y ya es inalcanzable para las palabras o las caricias que la rozan como si rozaran la tersura inerte de una estatua, inmune a la silenciosa súplica y a la silenciosa desesperación. Hay en la casa hospitalarias puertas entornadas que invitan a adentrarse en las estancias sucesivas de la memoria, pero hay también, y Minaya lo sabe, cobarde o ávidamente lo adivina, puertas cerradas que no le está permitido vulnerar y cuya existencia se le esconde o niega, como a un hombre que cruza los salones vacíos de un palacio barroco y descubre que la puerta que pretendía cruzar está pintada en el muro o repetida en un espejo. La casa es tan grande que sus habitantes, también Minaya, se pierden o son borrados por ella, y si cada uno se recluye en un espacio preciso y casi nunca abandonado no es porque deseen o hayan elegido la soledad, sino porque se han rendido a su presencia poderosa y vacía, que va ocupando una por una todas las habitaciones y la longitud de todos los pasillos. Anota cada noche Minaya, enumera en su bloc: Utrera tallando improbables santos románicos en su taller, al fondo de la casa, tras el jardín; Amalia y Teresa en la cocina o en el lavadero, en las habitaciones oscuras de lo que en otro tiempo se llamó zona de servicio; Manuel encerrado durante toda la mañana en el palomar, fumando silenciosamente junto al fuego, en la biblioteca, cuando Minaya no está; doña Elvira inclinada con su lupa sobre las páginas sal ¡nadas de una revista del corazón corno sobre una caja con insectos, o tocando el piano ante el televisor que nunca mira. Náufragos, escribe Minaya, en una ciudad que ya es en sí misma y desde hace tres siglos un naufragio inmóvil, como un galeón de alta arboladura barroca arrojado a la cima de su colina por alguna antigua catástrofe del mar."


Antonio Muñoz Molina. Beatus Ille.


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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...