¿Por qué Andrea Salgado tituló su novela como 'La lesbiana, el oso y el ponqué'?, los detalles de la obra
En entrevista con Paola Guevara, la escritora, periodista y magíster en Escrituras Creativas de la Universidad de Texas, Andrea Salgado, habla de su más reciente novela, titulada ‘La lesbiana, el oso y el ponqué’.
¿Qué capas de construcción tiene el argumento de esta novela?
‘La lesbiana, el oso y el ponqué’ es una historia contada en dos ejes. El primero es un eje que juega con la ciencia ficción y cuenta la historia de una sociedad en la que viven personajes que parecen de videojuego. Ellos se niegan a vivir la vida, pues esto implica sentir dolor, placer o miedo, es algo que requiere mucha energía vital y ellos prefieren vivir la vida, pero no la propia, sino a través de otros.
Los otros personajes de la historia constituyen el segundo eje de la novela, que cuenta la vida de Alba Lucía, una mujer que desde pequeña se hace llamar Lucas, igual a como se llamaba un perro callejero de su abuelo.
En el libro se cuentan los días de su vida en que atraviesa por una crisis, pues siempre ha sido lesbiana y de pronto se encuentra enamorada de un hombre gordo, calvo y peludo al que llama ‘el oso’. Ese es el argumento de la historia y hay una interacción constante entre estos dos universos. Un universo que es sintético y que de alguna manera es una distopía, y el universo de Lucas. ‘La lesbiana, el oso y el ponqué’ es un texto bastante crítico, con una inclinación política clara, que habla del presente de una sociedad que pasa mucho tiempo conectada a través de las pantallas y no vive en otros espacios reales.
¿Cuál podría decirse que es la influencia de esta novela, no solo en
lo puramente litrario sino, en general, en la cultura pop?
Siempre he admirado a un escritor norteamericano que se llama Kurt Vonnegut. Él escribió una historia que se llama ‘Matadero cinco’, que habla acerca de las experiencias y memorias de un soldado llamado Billy Pilgrim durante el fin de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, todo está contado con mucho sentido del humor y tiene partes de ciencia ficción.
Además, es un relato que habla del perdón y sobre superar los momentos complejos y continuar. Lo que me parecía interesante de este autor es que utilizaba, para construir sus historias, las formas del cómic y de la ciencia ficción que se conseguía en los puestos de revistas, es decir, de las conocidas como ‘clase B’.
Yo de alguna manera quería rendirle un homenaje a él y construir una historia que fuera del género B. El título de mi libro es uno que perfectamente se podría encontrar en un capítulo de algo que al parecer no tiene mucho valor.
Hay varias películas como ‘¿Quién quiere ser John Malkovich?’ donde las personas acceden a la vida de otros y pueden mirar a través de los ojos de los demás. Todo esto me recuerda un poco lo que pasa con los personajes de su libro. ¿Hay alguna relación entre su novela y el cine?
Seguramente sí pero no de una manera muy consciente. Cuando vi la historia de ‘¿Quién quiere ser John Malkovich?’ quedé absolutamente maravillada, pero el libro posiblemente tiene que ver un poco más con ‘La dimensión desconocida’, una serie que veía cuando era niña a finales de los 80. Sin embargo, cuando comencé a escribir la historia lo que tenía como referente para construir ese mundo del juego eran los videojuegos de los años 80.
Recuerdo que había uno que se llamaba ‘Paperboy’ y era la historia de un niño que repartía periódicos. Él iba por una calle perfecta en un suburbio norteamericano y el juego consistía en tirar periódicos a las casas; pero si tiraba el periódico mal y rompía una ventana iba perdiendo puntos y si se caía de la bicicleta perdía vidas. En el 2005 me fui a vivir a El Paso, Texas, y allí terminé viviendo en una calle que era muy parecida a la del juego, por lo que creo que allí comenzó a surgir la idea de dos mundos que se entrecruzaran.
Esta novela tiene influencias tan diversas que uno se pregunta qué relación tienen con su trayectoria.
Crecí en Sevilla, Valle, hasta los 16 años, luego me fui a vivir a Nueva York donde inicié a estudiar inglés. El idioma me lo enseñaban por medio de diferentes libros y esto me permitió tener un contacto cercano con la literatura norteamericana, por lo que comencé a escribir en inglés cuando era adolescente. Cuando volví a Colombia estudié periodismo y allí me concentré en la literatura no ficcional, pues también la amo y la replico.
La experiencia en el periodismo me ayudó a oír, registrar los hechos y ser muy descriptiva. Luego terminé trabajando como periodista de música en una revista y después terminé haciendo una maestría en escrituras creativas, lo que me acercó más a la literatura. Sin embargo, creo que ese sincretismo y mezcla de cosas de la novela tiene que ver más con mi experiencia docente. Yo he sido profesora los últimos nueve años en programas de creación literaria y cada semestre me inventaba una clase nueva. Recuerdo que pasé de tener clases de literatura japonesa a dictar cátedras de relatos intimistas o de literatura norteamericana. Todo eso me llenó de muchas formas de construir historias. La última clase que tuve fue una de ciencia ficción.
Hay un elemento constante a lo largo de novela y que el lector intenta descifrar durante todo el relato: la presencia del ponqué. ¿Por qué un elemento tan aparentemente intrascendente o cotidiano resulta tan potente que se cuela en el título mismo de su novela?
Hubo un momento, hace cuatro años, cuando se volvió muy popular Instagram en nuestras vidas. Por aquellos días veía que todo el mundo le tomaba fotos a los cupcakes -pasteles pequeños- y yo no entendía por qué se habían vuelto en una especie de fetiche para las personas, pues todos querían tomarle fotos. Creo que por eso fue que se incorporó algo parecido en el libro.
Hablemos de la novela en los tiempos del movimiento Me Too...
Lo que ocurre dentro de la historia es que Lucas, que en realidad es la mujer protagonista, tiene una ruptura con el papá porque él tenía una casa grande y una chiquita, tenía mujer y amante, pero Lucas se reconoce como una lesbiana, radical y feminista, y se encuentra viviendo en el mismo modelo de su padre, ya que tiene una esposa y un amante.
Lo que ella se cuestiona es que, incluso dentro de las relaciones homosexuales, ese modelo de familia también funciona y pienso que entre la teoría y la práctica hay un abismo enorme. Sin embargo, considero que actualmente estamos cambiando el lenguaje que nos configura dentro de nuestros roles de género. Las mujeres están pidiendo una forma de relación muy diferente a la manera como estaba establecida años atrás y los hombres están buscando otra forma de relación, pero todavía de la teoría a la práctica hay un abismo enorme que no hemos logrado saltar.
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