Me pongo nerviosa porque Rafael o los perros entren o salgan de la casa. Quisiera que se quedaran quietos, mirándolos, que no hicieran nada. Y sé que no es ese mi deseo sino mi miedo, me acuerdo de cuando mis viejes me decían "Tranquilizate" o "Hacé de una cosa a la vez" o prohibiciones que tenían que ver con el horario o la acumulación de actividades o su espacialización: salir un fin de semana sí y otro no, descansar, dormir la siesta, acostarse temprano, todo un aparato para aquietar y proteger que resulta tan molesto para quien quiere hacer sin miedo y ahora, para mí que siento el miedo por les demás.
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