Desde Berlín

Son -por decir lo menos- curiosas o significativas las contradicciones de la edición 2023 de la Berlinale. Si en la función de apertura el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, por zoom desde Kiev, ataviado con ropa de fajina, como ya lo había hecho en mayo pasado desde el Festival de Cannes, pedía por un mayor compromiso europeo para ir a la guerra contra Rusia, haciendo gala –ahora junto a Sean Penn- de una masculinidad bélico-fálica, por el contrario en la función de apertura de la sección competitiva Encounters, el poeta, pensador y activista queer Paul B. Preciado presentaba su primer, estupendo largometraje, que va en un sentido exactamente contrario. En Orlando, ma biographie politique, Preciado arremete contra todos los estereotipos y atributos atávicos del poder en general y del poder masculino en particular, empezando por las guerras y las armas, tal como lo prueba una escena extraordinaria en una armería de París.

La película de Preciado, que se permite no solamente un homenaje a Jean-Luc Godard (“estoy triste, hoy me enteré que murió Godard”, dice en un momento del rodaje uno de sus personajes), sino que adscribe también a su estética heterodoxa, está planteada como una carta de amor del director a Virginia Woolf. Esa carta en forma de film viene a decirle a Woolf que finalmente la sociedad está empezando a “orlandizarse”, que esa famosa novela de la autora inglesa, escrita en 1928, en la que un personaje que empezaba siendo un hombre terminaba siendo una mujer, hoy es una realidad creciente en muchos países del mundo occidental.

De hecho, en su “biografía política” --como Preciado considera a su film Orlando-- confía el personaje a múltiples voces y expresiones de la cultura trans, no menos de 25 en total, de distintas procedencias y edades, de los 7 a los 70 años. Es una construcción colectiva del personaje en el que cada uno de los Orlandos tiene su propia historia para contar. Nada más lejos de la prosaica adaptación cinematográfica que en su momento había hecho Sally Potter, con Tilda Swinton como protagonista. Como hubiera querido Godard, el film de Preciado no toma la anécdota de la novela (más bien la ignora, o en el mejor de los casos la reformula) sino que abraza al personaje, lo hace suyo y lo multiplica, en un film de un rara belleza, que descree de toda norma, porque ese es el mandato que Preciado encuentra y actualiza en el texto de Woolf.

En un mundo tan instituido y reglado, Preciado viene a ofrecer un film que desafía toda norma, una película esencialmente no-binaria, que no es ficción ni documental, ni tampoco un ensayo, sino una variación libre, poética, sobre lo que la película misma denomina una “metamorfosis de la subjetividad”. La institución médico-psiquiátrica, contra la que siempre ha luchado Preciado, aquí aparece representada –no sin humor: Orlando es un film tan desprejuiciado como alegre, celebratorio- como una gerontocracia autoritaria, ignorante e impotente ante una realidad que requiere una aproximación lírica como la que propone el propio Preciado.

Orlando es una película, como dice Preciado, “sin ley y sin dios”, que inscribe dentro del film su propio proceso de producción y se permite constantemente digresiones poéticas, como cuando algunos de estos Orlandos –como sugería la novela- atraviesan su metamorfosis durante el sueño, mientras descansan arrullados por unas figuras escultóricas que también duermen un sueño eróticamente eterno.

El tema de la condición trans aparece también -aunque no es central tampoco deja de ser importante- en Notre corps (Nuestro cuerpo), la nueva película de la extraordinaria documentalista francesa Claire Simon, que el Forum de la Berlinale presenta en carácter de estreno mundial. Visitante del Doc Buenos Aires hace una década, donde en aquel momento presentó los que eran sus dos films más recientes, Gare du Nord Geografía humana, Simon se interna aquí –dicho esto de modo cinematográfico y literal- en una clínica ginecológica pública de París.

Con su atento y delicado método observacional, en el que prevalece la escucha y la mirada alerta pero siempre empática, afectuosa, la directora presencia todo tipo de consultas médicas: desde adolescentes que han quedado embarazadas y van en busca de una interrupción voluntaria del embarazo hasta mujeres angustiadas por la dificultad de tener un hijo, pasando por casos de cáncer de útero, tratamientos hormonales para mujeres adultas mayores trans y, también, por supuesto, felices nacimientos, por parto natural o por cesárea.

Notre corps

Lo que está en el centro del film de Claire Simon –quien en determinado momento descubre que además de cineasta ella también debe convertirse en paciente del hospital- es el cuerpo de las mujeres en su infinita complejidad. Una película sobre los problemas particulares, individuales de cada uno de esos cuerpos, pero que también tienen un contexto, un correlato político y social, que el film expone al debate público. Como escribe Cristina Nord, directora del Forum, en el catálogo del festival: “Notre corps es una película sobre lo que significa vivir en un cuerpo femenino y un maravilloso ejemplo del poder del cine documental”.