La biblioteca en ruinas
P. 121 y siguientes de Dysphoria mundi de Paul B. Preciado
La mudanza está siendo peor que un tsunami, peor que un divorcio, peor que una enfermedad, peor que una muerte. O más bien, la mudanza se iba a ir transformando poco a poco en todo eso, rostros sucesivos de un mismo evento: un tsunami, un divorcio, una enfermedad, una muerte. Poco a poco van llegando al nuevo apartamento, como en sucesivas oleadas, las cajas de Nueva York, de Kassel, de Atenas, y las que vienen de Barcelona, desde la casa de Alison... Abrir los paquetes que han estado cerrados durante meses o incluso años es como ser golpeado por un meteorito que viene de mi propio pasado. Tengo miedo de ser enterrado por el archivo. (...)
Las cajas de la mudanza son como cápsulas de tiempo enviadas desde otras ciudades y otras vidas en las que yo tenía otro nombre, otro pasaporte, otro rostro, otro cuerpo. (...) Pero en esas cajas hay sobre todo libros. El nuevo apartamento de Paris es pequeño y sé que solo algunos de ellos podrán encontrar un lugar en la nueva biblioteca, en mi mesilla de noche o en mi cama. No necesto abrir las cajas para saber que están expectantes, ronroneando como gatos que esperan ser acariciados. Pero los libros no son animales, son más bien como virus, entidades itermedias entre el objeto y el ser vivo, que solo se animan en contacto con un cuerpo lector.
Esas cajas que contienen mi biblioteca constituyen mi biografía. Hay muchas maneras de narrar una vida. Es posible decir, como suele hacerse, la fecha de nacimiento, la nacionalidad, el estado civil, la profesión..., pero, en muchos casos, sería más pertinente hacer una lista de libros: la Carta al padre de Kafka, Proud Man de Katharine Burdekin, El beso de la mujer araña de Manuel Puig, Campo santo de W.G. Sebald... Una biblioteca es una biografía escrita con las palabras de otros, hecha de la acumulación y el orden de los diferentes libros que alguien ha leído durante su vida, un puzle textual que permite reconstruir la vida del lectore. Además, y aunque esto pueda resultar paradójico o pueda enfadar a aquellos que se dedican profesionamente a la escritura, al mismo tiempo que alegrar a los libreros, para constituir una biblioteca como biografía, a los libros leídos habría que añadir los libros que poseemos sin haberlos leído, aquellos que reposan en las estanterías o esperan sobre las mesas sin haber sido nunca abiertos y recorridos con la mirada, ni total, ni parcialmente. En una biografía, los libros no leídos son un indicador de anhelos frustrados, deseos pasajeros, amistades rotas, vocaciones no realizadas, depresiones secretas que se disimulan bajo la apariencia de la sobrecarga de trabajo o la falta de tiempo, son, a veces, máscaras que el false lectore lleva para emitir señales literarias buscando suscitar la simpatía o la complicidad de otres lectores. (...) Los libros todavía no leídos son una reserva de futuro, trozos de tiempo contenido, indican una dirección que la vida podría tomar en cualquier momento. Hecha de ese cúmulo de palabras leídas, recordadas, olvidadas y no leídas, una biblioteca es una prótesis textual del lectore, un cuerpo de ficción externalizado y público.
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