De la ola que me deslumbra porque me revuelca y me lleva y me trae por tantos lugares y experiencias propias y ajenas.
Anoche tejí hasta las cuatro de la mañana otra vez: decididamente el crochet y las series de Netflix son adicción: estoy girando en un mandala más de los 35 de la colcha que ya estoy terminando y me digo: "Tengo que dejar, tengo que dejar" pero las varetas simples, dobles o triples siguen saliéndome de las manos. (Me faltan cinco mandalas y las vueltas de puntilla todo alrededor (tardo casi dos horas y pico en girar toda la manta).
La cosa es que me dormí apenas logré apargar todo y soñé cosas que no recuerdo y los perros ladraban y, creo, que me levanté a las ocho de la mañana y les abrí para que salieran, uno al fondo y el otro adelante. No sé qué querían proque seguí durmiendo hasta las 12 pero se me confundían sus ladridos con mijito que les hablaba y los entraba o los sacaba. No sé.
Y abrí los ojos con una párrafo entero de mi novela en la cabeza, pensando: "Tengo que levantarme como novelista y ponerme ya a escribir esto directamente en el drive". Pero no. Lo rumié más rato en la cabeza y al final lo anoté en uno de mis cuadernos. Espero recuperar todas esas notas durante el día de hoy, hoy, hoy, hoy. Porque la ola ya me llevó a hablar con mijita de infancias mayas (para un trabajo suyo del profesorado) y al abrir el feis me encontré con una publicidad de un taller de alebrijes y acá estoy blogueando alebrijes. En el medio, mirando mis estantes para buscarle un libro a Magda, me encontré con una novela de Doris Lessing sin leer y con ganas de ser leída, La buena terrorista. Acá la traje para mi pieza. Porque yo siempre sigo mis intuiciones, aunque sean contradictorias y descoyunturantes por amplias y múltiples.
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