En junio del 2000, un joven Leopoldo Brizuela dictó un curso en el Rojas. Al finalizar nos entregó su decálogo titulado "Sobre la escritura" que conservo desde entonces. Acá, algunos puntos.
1. Escribir tranquilamente mis historias tranquilas: nada más debe importarme:
2. Lo que prueba la necesidad de un texto es la felicidad que siento al escribirlo. Lo que demuestra que debo abandonarlo no es el dolor, ni la confusión momentánea, ni siquiera la melancolía -todo ello puede convivir con la felicidad- sino mi propio aburrimiento.
3. El legado de los libros que uno ama no es la palabra, es el silencio: nuestro papel en blanco. El legado de los escritores que uno ama no son sus libros, sino el lugar que abandonaron y que debemos ganar. Antes de escribir, cada día, leer sus historias sin atender a lo que dicen, sólo atendiendo al tono; el tono es el hilo que nos guía "al lugar de narrar".
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