LA PELÍCULA DE JAMES BOND
May Swenson
El pochoclo es grasiento y me olvidé de traer Kleenex.
Una cápsula que es una bomba adentro del estómago de un hombre
adentro de la Embajada explota. Eructos de fuego, coliflores
de lujo se agigantan en movimiento. La pantalla de 9 mts entera
es anaranjada, es carne que crepita y ladrillos que revientan,
carbonizados, hechos trizas. Desenvuelvo un Beldent y, mientras
reboto los dientes contra la goma que hace picar la lengua,
con el papel de 3 cms trato de sacarme la manteca de los dedos.
Un baño de burbujas, del tamaño de una habitación, con 14 chicas
apetecibles y asexuadas, Conogoles en top (con sus postizos rubio,
rojo, castaño, rosa, lavanda o plata enroscados y laqueados
allá arriba) friegan y entusiasman a un solo macho
cuyo pecho tiene la cantidad y la distribución exacta
de pelito enrulado. Él, nervioso, finge defender
su pudor. Su entrepierna está bajo el agua, también
fuera de cuadro – pero las 28 tetas enjabonadas y resbalosas, no.
El maquillaje no deja que las chicas parezcan desnudas. Pestañas
negras y espesas como orugas, labios exuberantes de brillo rosa
chicle, como el que masco, lentes de contacto en los ojos
casi todos azules, son réplicas de narices perfectas.
Ya me saqué casi toda la grasa y con este pedacito
de papel. Ahora lo doblo, haciéndole rayas con las uñas.
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