Lo más lindo de ayer apenas si lo captan las más contundentes y empoderantes panorámicas. Porque lo más lindo de ayer pasó ahí abajo, entre nuestros cuerpos guerreros y presentes, entre los paraguas que albergaban a dos, tres o cuatro, entre las canciones, los reclamos, los alaridos y los abrazos mojados. Lo más lindo ocurrió ahí, donde nos plantamos en pie de lucha frente a la violencia cis-hetero-machista, ahí, en el espacio en el que el cobijo colectivo fue capaz de albergar luchas, risas, lágrimas, canciones, alaridos, chistes, duelos, besos, discrepancias, abrazos y encuentros.
Lo más sanador de ayer ocurrió entre nosotras, las amigas, las compañeras, las amoras, las guerreras, las cumpas de manaditas y de redes; en los pequeños grupos que se armaron y organizaron para ir, en las madres que movieron sus redes de cuidado para dejar a sus hijxs, en las cumpas (de futbol, autodefensa o lecturas) que agitaron para ir juntas, en las que organizaron y activaron la convocatoria, en lxs que salieron corriendo del laburo y se mandaron al subte lo antes posible, entre lxs amigas que esperan a las perdidas (y tienen celulares de 1810 que se conectan en medio de un maremoto de gente, lluvia y viento). Lo que repara son esas redes que se movieron y se activaron en el momento en el que la lucha (y el duelo) colectivo nos con-movió y nos reunió. Lo que celebramos (y arriesgamos) es una otra-política de los afectos y una ética del desacato y la insumisión.
Lo más importe de ayer no lo cubren los medios hegemónicos, ni entra en las “grandes” agendas sindicales o partidarias. Porque ayer lo que pasó fue que tuvimos la ocasión de disputar los modos éticos y políticos con las que nos enfrentamos a la avanzada de la violencia hetero-cis-patriarcal y precarización neo-liberal. Lo más importante son las asambleas que se armaron, la organización colectiva, la apropiación de las herramientas de intervención social, la articulación de redes, la activación de grupos de discusión (y de wapps), la disputa de las estrategias y sentidos de lo político.
Es por eso que ahora hay que seguir disputando, revisando, cuestionando y problamatizando eso mismo que nos movilizó, en tantos puntos del país, a encontrarnos entre nosotras: el deseo ardoroso e insumiso de disputar los modos de vivir, los sentidos de la política, los usos (y apropiación) de la violencia, las estrategias (micro)poiéticas de disputar las calles y la agenda política.
Que esa tormenta que fuimos nos llame a pensar nuestras agendas, nuestras alianzas, nuestros compromisos. Y que esa intemperie compartida -que fue refugio y trinchera-, se convierta en otros mundos.
Lo más sanador de ayer ocurrió entre nosotras, las amigas, las compañeras, las amoras, las guerreras, las cumpas de manaditas y de redes; en los pequeños grupos que se armaron y organizaron para ir, en las madres que movieron sus redes de cuidado para dejar a sus hijxs, en las cumpas (de futbol, autodefensa o lecturas) que agitaron para ir juntas, en las que organizaron y activaron la convocatoria, en lxs que salieron corriendo del laburo y se mandaron al subte lo antes posible, entre lxs amigas que esperan a las perdidas (y tienen celulares de 1810 que se conectan en medio de un maremoto de gente, lluvia y viento). Lo que repara son esas redes que se movieron y se activaron en el momento en el que la lucha (y el duelo) colectivo nos con-movió y nos reunió. Lo que celebramos (y arriesgamos) es una otra-política de los afectos y una ética del desacato y la insumisión.
Lo más importe de ayer no lo cubren los medios hegemónicos, ni entra en las “grandes” agendas sindicales o partidarias. Porque ayer lo que pasó fue que tuvimos la ocasión de disputar los modos éticos y políticos con las que nos enfrentamos a la avanzada de la violencia hetero-cis-patriarcal y precarización neo-liberal. Lo más importante son las asambleas que se armaron, la organización colectiva, la apropiación de las herramientas de intervención social, la articulación de redes, la activación de grupos de discusión (y de wapps), la disputa de las estrategias y sentidos de lo político.
Es por eso que ahora hay que seguir disputando, revisando, cuestionando y problamatizando eso mismo que nos movilizó, en tantos puntos del país, a encontrarnos entre nosotras: el deseo ardoroso e insumiso de disputar los modos de vivir, los sentidos de la política, los usos (y apropiación) de la violencia, las estrategias (micro)poiéticas de disputar las calles y la agenda política.
Que esa tormenta que fuimos nos llame a pensar nuestras agendas, nuestras alianzas, nuestros compromisos. Y que esa intemperie compartida -que fue refugio y trinchera-, se convierta en otros mundos.
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