Uffffff. no sabía si anotar este sueño o dejar que se me olvide. Demasiado didáctico para mi gusto. Pero aquí va, sin autocensura o con la que mi conciente ya ha ejercido antes de levantarme y llegar a este blog.
Yo estaba viviendo en la casa de mi tía, al lado de la de mi mamá, donde vivimos con Juli a sus 3 años y donde fui a buscar a Gustavo para tener a Magda y luego nos casamos. Era en la actualidad, yo tenía la edad que tengo ahora pero acababa de parir algo (y digo "algo" y no unbebé porque no sé qué era lo que parí, me sentía recién salida de un parto pero no había bebé ni bicho ni aborto ni nada en otro cuerpo visible). Me asomaba por una de esas ventanitas angostas y largas típicas de las casas de la calle Montevideo y veía ami mamá (viva) que le decía a la señora que limpiaba su casa que tocara con un palo a Gustavo, a ver si reaccionaba, que estaba tirado en medio del jardín. El tipo sí se movía y yo pensaba en gritarle Qué idiota por qué no viniste a dormir conmigo. Él se levantaba en estado deplorable y se metía en la casa rodante de mi viejo (la que construyó cuando yo tenía tipo 13-14 años y donde hice mis últimas vacaciones en familia). A mí me daba lástima que mi viejo estuviera muerto y que Gustavo se metiera en esa casa rodante abandonada. Me levantaba agarrándome la panza y veía que la casa rodante estaba llena de amigos de él haciendo bardo.Yo entraba y había dos minas en bolas que me decían que tenían que seguir festejando alta noche. Ahí yo empezaba a percibir que mi lástima por Gustavo era una cagada mía. Le decía a las minas que ya era de mañana y que zafaran ya. Iba hacia el terreno de la esquina y veía a Gustavo haciéndose el anfitrión de un montón de vagos que jugaban al futbol, tomaban tragos o andaban desparramados muy cómodos por el terreno y el quincho de mi tía. Yo me acordaba que mi mamá siempre me decía que yo en vez de disfrutar de los bienes familiares me metía con este villero. Yo le gritaba,igual que hacía con mis chicos chiquitos: "Gustavo, vení ya para acá o te reviento". Estaba afónica, hacía mucho esfuerzo para que me saliera la voz y pensaba que no me importaba quedar como la ex soreta delante de todas sus "amistades". Él venía, se me paraba al lado y estaba viejo, canoso, hecho pelota, decadente, pendeviejo berreta y repugnante. Caminaba un rato al lado mío, algo me explicaba, no me acuerdo más.
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