El del primer ministro que se tiene que garchar a un chancho para liberar a la princesa secuestrada y el de la chica que va a cantar al reality para liberarse de su trabajo pedaleando para crear energía para mantener todo un sistema de vida mediatizado.
Muy impactantes ambos. como todas las historias CF que nos muestran qué tan cerca estamos de esas horribles distopías: la habitación cercada de pantallas, el crédito que se agranda y se achica como si fuera el latido de nuestra sangre, la venta del alma y el cuerpo, la pelodutización delante de las imágenes, la imposibilidad de hacer un paso al costado, la esperanza de ser diferente pero no, el morbo, la desfiguración de todo lo que amamos.
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