domingo, 1 de julio de 2012

Reirse de la infinita obediencia



24/6/2012


Jane Bowles
Un equilibrio precario


Esposa del escritor y compositor Paul Bowles, vivió varios años en Marruecos, donde recibió a escritores de la talla de Truman Capote y Tennessee Williams. En las próximas semanas la editorial Eterna Cadencia publicará algunos de sus textos aún inéditos.

Por Gonzalo Leon




Jane Bowles muere el 4 de mayo de 1973 en Málaga, pero la noticia de su muerte en Estados Unidos se conoce un mes más tarde. Como su muerte, toda cuestión que se escriba de la autora de Dos damas muy serias, Placeres sencillos y En la casa de verano también puede resultar atemporal, anacrónica; sin embargo, Jane Bowles cobra actualidad con la publicación en las próximas semanas de Juego de damas, una traducción de la escritora Gabriela Bejerman que incluye nueve cuentos (Laura y Sally, Camino a Massachusetts, A buscar a Lane, El diario de Emmy Moore, Señorita Córdoba, Andrew, Lila y Frank, Viernes y La mesa de hierro) y la obra de teatro Verano en la glorieta, material absolutamente inédito en castellano que en julio publica Eterna Cadencia.

Bejerman, quien se documentó leyendo la biografía de Jane Bowles escrita por Millicent Dillon, sus cartas y todo el material literario de sus libros, no se explica por qué no fueron traducidos con anterioridad: “Me di cuenta de que en la biografía había fragmentos de su obra que tenían la misma calidad literaria de sus libros publicados”. Según Bejerman, la particularidad de la obra de esta escritora estadounidense es que, pese a que existe un libro con su obra completa, no se puede hablar en esos términos, “porque eso implicaría que ella tomó la decisión de lo que iba o no, y ella nunca tomó esa decisión”.

Vida y obra en el caso de Jane Bowles van de la mano, pero además, como señala Gabriela Bejerman, “el contenido de su obra caracteriza el estado de circulación de la misma”.

1. El padre. El primer dato relevante de Jane Auer –apellido de soltera– surge cuando tenía once años y estaba obsesionada con Elsie Dinsomore, de Martha Finley, una novela para niños que había sido muy popular a finales del siglo XIX y que trataba de una niña, Elsie, heredera de una inmensa fortuna, cuya madre había muerto al nacer. La niña luchaba por el cariño paterno y para ello era capaz de renunciar a su propia voluntad. “Su deporte favorito”, dijo una amiga de infancia suya, “era reírse de la infinita obediencia de Elsie”.

Con la temprana muerte de su padre, Jane dejó esta obsesión por unos años hasta que reaparece con la escritura de Dos damas muy serias: las decisiones o cómo decidir es el gran tema de esa novela; la obediencia de Elsie podía allanar el camino. Tennessee Williams al conocerla en Tánger escribió lo siguiente: “Toda su indecisión era una inmensa y auténtica preocupación de que pudiera proponer un movimiento equivocado en un mundo que suponía, con acierto, muy inclinado a girar erróneamente”. Según Gabriela Bejerman, “lo mejor que podía pasarle a Jane Bowles era que pasara algo que evitara tomar una decisión”. Esta indecisión se trasladó a su obra, no sólo como tema, sino también sobre lo que debía publicar.

La madre de Jane, por su parte, mezclaba la efusividad con una singular distancia que mantenía cuando su hija sufría mucho. Según Millicent Dillon, “cuando madres e hijas aparecen en los escritos de Jane, las madres suelen regañar a sus hijas por su perversidad. En su obra dramática Verano en la glorieta, Gertrude riñe a Molly, la hija, por quedarse en la casa de verano leyendo tebeos cuando debía estar afuera con los demás, nadando, charlando”.

2. La pierna. Luego de la muerte de su padre, su madre la dejó escoger el lugar donde continuar su enseñanza. Así fue como llegó a una especie de internado de señoritas, donde pasó prácticamente inadvertida. Pero ella se acordaría del internado para siempre, porque allí, en una clase de equitación, caería del caballo, se rompería la pierna coja y contraería una extraña enfermedad: tuberculosis de rodilla.

Después pasó dos años en una clínica en Suiza, en la que su madre la dejó sola y en la que Jane aprovechó para leer mucho. Luego de ese tiempo la todavía Jane Auer regresó a Estados Unidos en un barco. Mientras disfrutaba de la lectura de Viaje al fin de la noche en la cubierta, un desconocido se le acercó y le dijo: “Veo que está leyendo a Céline”. A lo que ella respondió con entusiasmo: “Es uno de los mejores escritores del mundo”.
El desconocido remató con una frase irreal: Céline c’est moi.
Al arribar a Nueva York le comunicó a su madre con entusiasmo: “Soy escritora y quiero escribir”. Para ello su madre la envió a una escuela de teatro, pero como no se sintió cómoda, la cambió a una academia de mecanografía con el fin de que pudiera terminar la novela en francés que había comenzado. Los que la pudieron leer cuentan que estaba escrita con un estilo ingenuo y trataba en tono burlesco del mito de Faetonte, hijo del dios Helios, que tras pedirle a su padre que le dejara controlar el carro del sol y fracasar, Zeus le lanza un rayo que lo arroja ardiendo a un río. La novela se llamaba Le Phaéton Hypocrite.

A los dieciocho años Jane había empezado a frecuentar los bares del Greenwich Village con sus amigas, pero a esa edad su madre ya quería que se casara con un buen muchacho judío. La madre no entendía la conducta sexual de su hija: en una carta Jane escribió que su progenitora pensaba que la “historia del lesbianismo era sólo una etapa adolescente (en nuestra familia la adolescencia empieza a los siete y dura hasta los treinta y tres años)”. A los veinte años salió con otra de sus locuras al decirle que no podía casarse con su pretendiente mientras ella siguiera soltera.

3. El enemigo. Por esta época conoció a Paul Bowles, quien ya era un compositor y poeta con obra publicada. De ese primer encuentro Jane escribió: “Cuando le conocí le comenté a una amiga: ‘Es mi enemigo’”. Muchos años después Paul le preguntó qué había querido decir con eso y ella explicó que “nunca había conocido a nadie que fuera tan hostil como tú conmigo”. Sin embargo la hostilidad se convirtió en curiosidad para Jane, quien en la segunda vez que se vieron se invitó a un viaje que Paul emprendería a México con un matrimonio amigo.
Los primeros días del viaje fueron buenos: Paul y Jane casi todo el día juntos, hablando, pero al llegar a México ella empezó a sentir pánico a los precipicios, a las montañas, a los perros, hasta que por fin enfermó de disentería y desertó de la aventura, yéndose a un hotel, donde estuvo al cuidado de un médico durante tres días. Otra vez sola.

Después de viajar por México y Guatemala, Paul regresó a Nueva York y se hospedó en el Hotel Chelsea. Ahí un día recibe una llamada telefónica de alguien a quien no identifica. Era Jane que lo estaba invitando a pasar un fin de semana. Siguieron viéndose, frecuentando amistades, conociéndose, hasta que comenzaron a fantasear con casarse y con el lugar en el que pasarían su luna de miel. “La pierna será un obstáculo para ella”, comentó la madre de Paul cuando se enteró de aquel matrimonio.

De ahí se puede decir que comenzó la escritura de Dos damas muy serias, que tiene como escenario Panamá y como protagonista a la señora Copperfield que se ha casado con el señor Copperfield. Según Millicent Dillon, este texto es “ficción, vida transformada y espigada”. En la vida real, los Bowles no se quedaron en Panamá durante su luna de miel, sino que continuaron a Costa Rica, donde se alojaron en ranchos y pasearon por la selva bajo la atenta mirada de los monos. En Guatemala se embarcaron en un trasatlántico alemán y viajaron a París rodeados de nazis. Al llegar a París comenzaron los problemas de pareja: “En América Central Jane y yo nunca discutimos ni nos cansamos de estar juntos. En París, ella tenía amigos de los que yo recelaba”. Estas diferencias conyugales culminarían cuando Paul golpeó a Jane, quien ya sentía que había algo “repugnante” en ella.

4. Lo repugnante. Según la biógrafa, en una versión inédita de Idilio en Guatemala (incluido en Placeres sencillos), “utiliza el término repugnante aplicado a un personaje femenino una sola vez… La señora Ramírez [la protagonista del relato] seduce a un joven viajante estadounidense. El se siente asombrado y aterrado incluso por la pasión de la mujer”.

Uno de los episodios más curiosos en esta etapa de su vida fue cuando conoció a un sujeto en un café que estaba empecinado en acostarse con ella. Se veían todas las noches y todas las noches ella huía. Un día le contó a Paul que había un sujeto que le resultaba “repugnante”. Bueno, ese hombre era Henry Miller.
El matrimonio Bowles no tenía ataduras. Por eso después de sus salidas nocturnas Jane le contaba a Paul que se había enamorado de tal o cual, aunque una vez le dijo que había salido a ganar un poco de dinero haciendo sexo oral. “No significó nada”, le explicó a su marido. Años después agregaría: “La sexualidad está en la mente”.

El problema con el alcohol vino a la par de los problemas conyugales. “Acabarás con tu salud”, le decía Paul. “Nadie puede beber tanto.” Los viajes en esta etapa de los Bowles eran algo habitual, así es que decidieron viajar nuevamente a México. Se instalaron en Acapulco, pero Jane comenzó a cansarse de la paz del lugar y decidió marcharse a una ciudad con más vida social. Ahí fue donde conoció a su primera amante, Helvetia Perkins. De cuarenta y cinco y con una hija de veintiuno, había vivido en Rusia y, según cuentan, era muy estricta.

Pese a Helvetia, la pareja retomó su agitada vida social en Nueva York, pero las tertulias a las que asistían ya no eran las mismas: Marcel Duchamp y Salvador Dalí acudían a ellas y Jane ahora se sentía “excluida”. En ese mismo tiempo la pareja se fue a vivir a una vieja residencia en Brooklyn Heights. Allí Jane se hizo muy amiga del poeta W.H. Auden, tanto que se convirtió en su “secretaria”.

Truman Capote recuerda la vida en esta particular pensión: “Entre los compañeros de pensión de los Bowles figuraban Richard y Ellen Wright, W.H. Auden, Benjamin Britten, Oliver Smith, Carson McCullers, Gypsy Rose Lee y (según creo recordar) un domador de chimpancés que vivía allí con una de sus ‘estrellas’. En fin, una casa más bien movida. Pero aun en medio de una comunidad tan vigorosa, la señora Bowles, por su talento y por las extrañas visiones que éste alberga… seguía siendo una presencia dominante y de primera línea”.

5. El bloqueo. Dos damas muy serias fue publicada en 1943, y “casi todos los críticos”, como detalla Millicent Dillon, “consideraban la novela incomprensible. Claro que también los hubo que reconocieron el talento de Jane, que calificaron la obra de brillante…”. La novela aborda el gran tema de cómo tomamos las decisiones “y hasta qué punto las tomamos nosotros, incluso cuando creemos estarlas probando”. Y enseguida agrega que el lenguaje le recordaba “algunas de las cadencias, de los ritmos arcaicos de Elsie Dinsmore”. A Helvetia, por su parte, no le gustó el tono del libro, ya que lo encontró claramente lesbiano. Y Paul, pese a que le gustó mucho, le dijo: “Me dejas como un idiota de remate”.

La consecuencia principal de Dos damas muy serias fue la dificultad para escribir una nueva novela, que estaba inspirada en la relación que tenía con Helvetia, aunque en la ficción Helvetia era la madre y ella el hijo. Jane confesaba que como había transformado la situación no estaba segura del todo “de que ese personaje sea ella pero es difícil, muy difícil, expresar por escrito todas las cosas que me ha hecho meditar”. Por su lado, Gabriela Bejerman explica que “Out in the World [que era el título de la novela] se le volvía imposible. Los personajes se multiplicaban, la historia se iba por las ramas, no lograba la concisión, el estilo que había decidido adoptar”. Lo cierto es que el trabajo se le hacía lento, tal como le escribió a Paul cuando él ya estaba en Tánger: “Para darte una idea de mi lentitud, he hecho unas treinta y tres hojas mecanografiadas en el mismo número de días”. Esta dificultad se convirtió en un bloqueo que culminaría con un ACV cuando tenía cuarenta años.

La vida de Jane Bowles fue intensa: fue violada por el dueño de un bar; intentó suicidarse en 1942 por una discusión con Helvetia y luego casi muere al descarrilar un tren; vivió varios años en Tánger, allí conoció a su segunda importante relación y allí también recibió a muchos escritores y artistas. Hoy sus dieciocho cuadernos, así como sus cartas, se encuentran en la Universidad de Texas. Sobra material, como dice Gabriela Bejerman y, quién sabe, en una de ésas su obra póstuma podría continuar creciendo.


Tomado de http://www.perfil.com/ediciones/2012/6/edicion_688/contenidos/noticia_0004.html

1 comentario:

Laura Ponce dijo...

Fascinante. Gracias por compartir esto :-)

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...