viernes, 17 de julio de 2009

Ursula K. Le Guin en Literatura Prospectiva

jueves 16 de julio de 2009 (ver link directo a la página en columna de la derecha)

Reseña:
Poderes.
Anales de la Costa Occidental
III.

Ursula K. Le Guin.

Reseña de: Santiago Gª Soláns:

Minotauro. Barcelona, 2009. Título original: Powes. Traducción: Alexander López Lobo. 376 páginas.

Tras Los Dones y Voces, Le Guin prosigue en Poderes su viaje literario a través de las tierras de la Costa Occidental, esta vez siguiendo las andanzas del joven esclavo Gavir, quien de muy pequeño fue secuestrado junto a su hermana Sallo, alejándolo de su hogar en las Marismas y llevándolo a la ciudad de Etra. Allí, en un lugar donde se odian los dones o poderes mágicos, Gavir deberá guardar celosamente, a instancias de su hermana, el secreto de lo que le hace especial: aparte de una prodigiosa memoria que le permite recordar la página de un libro con solo leerla una vez, posee la capacidad de «recordar» acontecimientos futuros. Una capacidad que de poco o más bien nada le sirve en sus circunstancias, antes bien, le puede acarrear graves problemas.

A pesar de ello, Gavir no parece en absoluto preocupado por ser un esclavo. De hecho su vida es bastante satisfactoria, muy similar a la de los hijos de sus amos: estudian y juegan juntos, siendo sus maestros comunes otros esclavos, crecen bajo la autoridad de las mismas personas y bajo, aparentemente, las mismas leyes. Gavir se siente incluso afortunado porque su hermana y él no fueran vendidos a diferentes amos, y dada su facilidad de aprendizaje sueña con llegar a escribir un libro en que recopile los anales de las ciudades estado en una gran y unificadora historia. Se encuentra satisfecho con su vida y asume que en el futuro incluso llegará a ocupar el lugar de su maestro como educador de los jóvenes de la casa. Simplemente, según lo ve él, ese es el orden natural de las cosas y así debe ser. Vive una existencia cómoda y, a pesar de soportar en ocasiones el desdén o la violencia de Torm, uno de los hijos de sus amos, satisfactoria.

Hasta el momento en que descubre, lentamente, las injusticias que reinan a su alrededor, no solo hacia los esclavos como él, sino también a las mujeres en general. Y en el momento en que la ciudad de Etra es sitiada, la cosa no hará sino empeorar. Cuando poco después la tragedia definitiva le golpee, escapará de su vida casi por accidente y se dedicará a vagar y viajar conociendo distintas sociedades, mientras va en busca de si mismo, de su identidad y de sus sentimientos.

A lo largo de los tres libros se ha ido haciendo cada vez más claro, aunque de una forma gradual, que el tema principal de la —por el momento— trilogía es el de la esclavitud en todas sus facetas, cada protagonista es de una forma u otra un esclavo: desde los dones que atan con las cadenas que se pone uno mismo a la posesión de una persona por otra, pasando por el poder militar que sojuzga a poblaciones enteras. E indisolublemente unido, como las dos caras de una misma moneda, le acompaña el tema de la libertad, de las formas de conseguirla y mantenerla, respetando a un tiempo la de los demás. El propio Gavir descubrirá en sus carnes que muchas veces el ejercicio de la libertad es mucho más difícil de lo que aparenta y que incluso dentro de una sociedad de esclavos fugitivos y de libertos, que odian la simple idea de esa sumisión, se puede caer en los vicios de sus amos aunque no se impongan visiblemente unas cadenas sobre los oprimidos. Y es que las ataduras no tienen porque ser eslabones de hierro, sino el simple miedo, la necesidad de un refugio donde sentirse seguro, la ignorancia o, incluso, el amor mal entendido.

Le Guin ha creado a lo largo de estos tres libros un mundo fantástico que resulta en un primer vistazo bastante típico, pero donde lo que realmente importa son las diferentes sociedades que se van mostrando al lector y, sobre todo, los personajes y el mensaje que encarnan. En cada novela la autora toma a un joven con una especial habilidad mágica que de alguna forma le aparta de su entorno y lo lanza a un mundo hostil, donde su única protección será su amor por las palabras y su rechazo de la violencia. Si el Orrec de Los Dones habría de convertirse en un afamado poeta —cuyos versos servirán de inspiración para los anhelos y las reflexiones del propio Gavir— y Memer en Voces era la custodia de una gran biblioteca de libros prohibidos —siendo además ambos grandes lectores—, en esta ocasión, el joven esclavo centrará sus aspiraciones en convertirse en maestro y académico.

Son todos ellos temas recurrentes en la autora y en la serie: el amor por la lectura; la lección de que la manera de escapar de la esclavitud (física, pero también mental, pues existen cadenas que no se ven) pasa a través de la educación, del aprendizaje, de la adquisición de cultura y del rechazo al uso de la violencia; el mensaje o moraleja de lo duro que resulta abandonar el uso —o más bien, abuso— del poder sobre los demás, la renuncia voluntaria a ejercer el «derecho» de vida y muerte sobre otras personas, ya sean hijos, súbditos conquistados o simples esclavos; el llegar a la conclusión de que nadie debe estar por encima de los demás, salvo cuando ellos mismos le cedan esa potestad como una renuncia propia y nunca como una imposición…

Son historias de personas, de jóvenes, que buscan encontrar su lugar en un mundo convulso y, a través de la experiencia acumulada, encontrarse a si mismos en un ejercicio de autoconocimiento. Lo importante no son en absoluto sus habilidades mágicas, sino la fuerza de sus convicciones y su «construcción» como individuos morales y éticos. Con un entretenido y muy ameno «envoltorio» repleto de aventuras, la reflexión está servida.

Poderes es un libro que va mejorando en la memoria conforme se deja reposar un poco. Contiene, sin duda, lo mejor de Le Guin: su escritura agradable, poética y fluida; la creación de sociedades fascinantes, coherentes y perfectamente verosímiles; la idea, quizá algo ingenua, de que a pesar de todas las dificultades que surgen en el camino, de todas las penas —que son muchas—, de todos los golpes y desaires de la vida, siempre se puede confiar en que la oscuridad de la noche solo dura hasta el amanecer. Si hay un rasgo común a toda la obra de Le Guin ese quizá sería precisamente la esperanza, injustificada o no, en que el ser humano puede mejorar, escapar de la espiral de odio y violencia que parece rodearle, y abrazar el amor al conocimiento como forma de superación y convivencia. Casi nada.

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