lunes, 20 de julio de 2009

Premio Alfaguara para Andrés Neuman

El viajero del siglo
Andrés Neuman



Europa, siempre Europa
por Recaredo Veredas


La concesión del Premio Alfaguara a Andrés Neuman no fue una sorpresa. Al menos, no fue una sorpresa radical, ya que el autor hispano argentino es, desde hace años, uno de los narradores más sólidos de nuestra lengua. Y lo es en géneros tan diversos como el microrrelato o este extraño híbrido que nos ocupa, entre novela postmoderna y narración realista del XIX.

El mérito más obvio de El viajero del siglo reside en el placer que deparan las palabras, siempre adecuadas y, cuando la novela así lo demanda, bellas. En segundo lugar, en su capacidad para trasladarse a tiempos totalmente ajenos, combinando lo clásico con lo radicalmente moderno, aportando una visión completamente innovadora de la historia de Europa. Una Europa cimentada en cientos, miles de lecturas, que han dejado su marca tanto en el autor como en todos nosotros. El viajero del siglo transcurre en una ciudad extraña, imprevisible, que cambia de ubicación, como la propia historia de nuestro continente. Así lo expresa el autor: “Wandernburgo rotaba de repente, cambiaba de orientación igual que un girasol se adapta a los caprichos solares. “

Es muy destacable la sutil y elegante construcción de lo onírico, similar a la que logra Ishiguro en Los inconsolables. El lector no sabe que se halla dentro de un sueño, pero tampoco puede negarlo. Se ve envuelto en una realidad paralela, cuya existencia en ningún caso puede rechazar. Las influencias recibidas por Neuman son tantas, desde los clásicos centroeuropeos a la narrativa más fantástica, que enumerarlas resultaría inabarcable. Lo importante es su capacidad para crear una obra con carácter propio, radicalmente nueva, partiendo de mimbres mil veces usados.

Resulta sorprendente el paralelismo del XIX, aunque sea un XIX tan subjetivo como el de Neuman, con los tiempos actuales, con unos tiempos en crisis que terminarán con una solución radicalmente conservadora. Aporta notas sobre temas imprescindibles, como la emancipación de la mujer, la relatividad de la historia o sobre cómo en épocas pasadas vivieron la misma incertidumbre y las mismas sorpresas que nosotros. Demuestra que, por ejemplo, los planteamientos, las dudas sobre la evolución y la crisis de la clase obrera podrían seguir siendo las mismas. Es capaz de lanzar no sólo una mirada sobre la narrativa, sino también sobre la historia con mayúsculas.

La evolución de los personajes provoca importantes reflexiones sobre la creación literaria que, sin embargo, no provocan el olvido de la historia, ni la pérdida de ritmo: “Los franceses escriben sobre todo para gustar, igual que los alemanes escribimos para pensar y los ingleses lo hacen para ser entendidos”. La deriva de los protagonistas hacia la traducción, hacia el amor a la literatura de los personajes resulta absolutamente coherente con su evolución vital y estimula la lectura de obras fundamentales de la literatura europea que, a buen seguro, han pasado totalmente desapercibidas para cientos de lectores. De obras que construyeron nuestra conciencia, lo sepamos o no, lo queramos reconocer o no: De Goethe, Schiller, Fichte…

Utiliza un narrador sumamente acertado. Una tercera próxima al protagonista pero no absorbida por su conciencia. Una voz que, como el resto de la novela, resulta a la vez moderna y clásica, innovadora y renovadora. Los mismos calificativos podrían aplicarse a una poética vanguardista, levemente irónica, que cuenta con unos desplazamientos tremendos del lenguaje: “los elásticos, telegrafiantes dedos de Sophie”.

Por último es necesario destacar la maestría absoluta del cierre, de un desenlace que, como en todas las grandes novelas, cumple con lo esperado aunque lo aguardado resulte casi imposible. En las últimas páginas la calidad estilística del autor se eleva hasta lo magistral: “El viento es un rastrillo, una polea, una palanca, el viento sabe, alisa el mapa, corre por todas partes y siempre es forastero, se acerca, toma forma, dibuja un cinturón en torno a Wandernburgo, se deja caer, planea entre los tejados, desnuda chimeneas…”.



Recaredo Veredas

Nacido en Madrid. Licenciado en Derecho. Máster en Edición y en Creación Literaria. Autor del libro de relatos Pendiente y del manual de técnicas de escritura Cómo escribir un relato y publicarlo. Profesor de la Escuela de Letras en cursos de relato, narrativa y lectura profesional. Lector, editor y corrector en numerosas editoriales. Miembro del colectivo La tormenta en un vaso. Colabora con numerosos blogs y publicaciones, entre las que destaca ABC. Es creador del blog www.lalinearecta.blogspot.com

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