Domingo, 9 de Abril de 2006
Martín Prieto: Breve historia de la literatura argentina
Contra la idea de que la tradición literaria es una carrera de relevos permanentes, Martín Prieto inyecta valoración y crítica a su Breve historia de la literatura argentina. Un trabajo sólido y obviamente polémico, más proclive a la discusión que a la consulta.
Por Patricio Lennard
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Breve historia de la literatura argentina
Martín Prieto
Taurus
551 páginas
Es difícil pensar cómo hubiera sido una historia de la literatura argentina escrita por Borges. Sobre todo si se tiene en cuenta su idea (epítome de su acendrado cosmopolitismo) de que la tradición argentina, amén de asentarse entre gauchos y payadas, abarca toda la cultura occidental. Que en “El escritor argentino y la tradición” Borges sostenga que Don Segundo Sombra es un libro cuya escritura le debe menos a la poesía gauchesca que a las metáforas de los poetas franceses de su tiempo, o a obras como el Kim de Kipling o Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain, deja en claro su voluntad de leer la literatura argentina como si fuera extranjera y purgarla, de paso, de nacionalidad. La borradura de las fronteras literarias y culturales que Borges promueve, y el ecumenismo orillero que diseña a su medida, ponen en entredicho el sentido de historiar una literatura “periférica” como la nuestra, en cuyo seno él deviene escritor universal.
Pero si hacer una historia de la literatura argentina supone leer una serie de textos de y desde una tradición determinada (la propia), la forma en que Borges relativiza lo “nacional” en la tradición argentina no sólo cuestiona el nacionalismo literario (el color local, el provincianismo) sino también la idea misma de hacer una historia en el cruce (inevitable) de tradición y nación. No extraña, entonces, que Ricardo Rojas –autor de la primera Historia de la literatura argentina, que vio la luz entre 1917 y 1922– sea blanco de los ataques de Borges por la forma en que su lectura de la gauchesca escudriña (al igual que la de Lugones en El payador) el origen y la esencia del país. El gesto borgeano de encuadrar el Martín Fierro en el canon de la novela europea del siglo XIX es, así, su contraparte: tanto un rechazo de los usos nacionalistas del poema de Hernández como una forma de diseminación de la cultura nacional.
¿Cómo escribir, pues, una historia de la literatura argentina después de Borges? ¿Cómo sostener una lectura autosuficiente de nuestra tradición, más allá de su consabida proyección occidental? Martín Prieto no se formula estas preguntas en su Breve historia de la literatura argentina, lo que corrobora que encarar un proyecto semejante se ha vuelto difícil en la segunda mitad del siglo XX, sobre todo debido a la crisis de los paradigmas del discurso histórico tradicional. Escrutar en la literatura la esencia de una nación en busca de sí misma –tarea que Rojas emprendió imbuido por una filología de raíz romántica y positivista– hoy no es para Prieto, ni de lejos, un camino posible. El descrédito en que cayó casi de inmediato la Historia... de Rojas –esa “indigesta mole” más larga que la literatura argentina misma, según el célebre sarcasmo de Groussac– no se condice, sin embargo, con la influencia que Prieto le reconoce en la imagen que hoy tenemos de nuestra propia literatura. De allí, quizá, que esta Breve historia... asuma el propósito de reivindicar el legado de Rojas, justificando –sólo en parte– su razón de ser.
El inédito estatuto que le dio a la gauchesca al situarla al comienzo de su Historia, en detrimento de los autores coloniales; el riguroso estudio de fuentes y su modo de periodizar, que no liga los ciclos de la evolución literaria a los períodos históricos; y sus dudas de hasta qué punto el idioma y la cuna de los escritores definen la “argentinidad” de sus obras, son cosas que Prieto destaca en la herencia de Rojas; la cual es recuperada –según apunta él mismo– por algunos integrantes de Contorno. No es casual, entonces, que David Viñas empiece su Literatura argentina y realidad política diciendo: “La literatura argentina es la historia de la voluntad nacional”; o que Adolfo Prieto compruebe que la pampa y los gauchos fueron descriptos, antes que por Echeverría o Sarmiento, por los viajeros ingleses del 1800. Tampoco es casual que Viñas haya visto frustrarse dos proyectos de hacer una historia social y política de la literatura argentina; o que Adolfo Prieto haya supervisado la que el Centro Editor publicó en los ’60; o que Noé Jitrik dirija la Historia crítica de la literatura argentina.
Adorno juzgó que la tradición no es una perpetua carrera de relevos. Y mucho menos la totalidad del pasado, gracias a su ingénita capacidad selectiva. Por eso Martín Prieto no tiene reparos en valorar (o desvalorizar) los textos que aborda, contraponiendo a la centralidad de Sarmiento y Hernández en el siglo XIX, o a la de Borges y Arlt en el XX, sus dudas sobre el valor estético de Amalia y las novelas naturalistas, o sus reparos frente a la obra de Sabato (a quien le augura el destino de Gálvez y Mallea). Si Rubén Darío y Juan L. Ortiz son vistos como hitos de la poesía argentina del siglo pasado, Prieto hace lo propio con Viñas en la crítica; y más allá de ciertos olvidos u omisiones (autores como Copi o Soriano son pasados por alto), escribe un texto sólido, importante, que en su potencial crítico se resiste a funcionar como libro de consulta.
Las maneras en que Prieto distingue los textos de valía estética de aquellos que el paso del tiempo ha convertido en testimonios del pasado le permite evaluar (en los capítulos 0 y 1, en los que traza una suerte de prehistoria literaria, previa a la irrupción de la gauchesca) gran parte de las obras de autores de la colonia como simples documentos culturales. Pero eso no quita que tal forma productiva de leer pueda extenderse también al siglo XX; de hecho, un texto como Borges y la nueva generación, de Adolfo Prieto, en el que los contornistas esgrimieron sus lanzas en contra de quien terminaría siendo el máximo escritor argentino (uno de los libros sobre Borges que hoy menos puede defenderse) es evaluado por Prieto como testimonio de una generación y de una época, con un cierto dejo de piedad hacia su padre.
La brevedad de esta Breve historia (cuyo único tomo así lo certifica) tal vez no sólo le sirva a Prieto para conjurar la desmesura de la Historia... de Rojas sino también para evitar imaginarse la enciclopedia que Borges, alguna vez, podría haber escrito y que mordazmente hubiese titulado: “Historia de la literatura argentina”.
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