jueves, 9 de febrero de 2023

Diego Muzzio

 

Diego Muzzio: “Toda poesía es monstruosa”

Radicado en Francia desde hace ocho Años, este argentino que escribe poemas, narrativa y literatura infantil habla de la Biblia, los géneros y la muerte.

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16/04/2012 12:24Actualizado al 08/12/2016 21:07

Diego Muzzio viene cimentando desde hace dos décadas una obra sólida, sin fisuras, con una impronta mística. Entre la poesía, la narrativa y los libros para niños, el capital de su literatura sigue siendo la búsqueda de la palabra justa. Con la perseverancia de una amante y la paciencia sacrosanta de un monje, Muzzio ha recorrido un camino singular, alejado de las luces fugaces de las capillas porteñas, para forjar una literatura construida de retos a la muerte y disquisiciones con la figura paterna. Pero no sólo la sombra de Franz Kafka sobrevuela en sus libros, sino también la concentración espesa de un Cesare Pavese o la orgía religiosa de un Ezra Pound.

Tan atildado como sus elecciones lingüísticas –que pueden sabotear cualquier especie de desvarío–, Muzzio muchas veces ha relegado en su vida personal la tranquilidad de un empleo bien pago por la persecución de un plan que se ajusta a una sola norma: escribir y escribir. En este punto, ha sido congraciado con una de las pocas satisfacciones que brinda el mundo literario: el galardón de un jurado. Así, ha sido premiado en una serie de ocasiones: Sheol Sheol (Primer Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes, 1996), Gabatha (Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, 2000) y el Hieronymus Bosch (Segundo Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes, 2004).

Hace ochos años reside en Francia. Por ende, es parte de un planeta de poetas que viven en tierras galas: Laura Petrecca, Diego Vecchio, Roxana Paez Schickendantz y Vivian Lofiego, entre otros. Como supo padecerlo Raymond Carver, Muzzio ha escrito muchos de sus últimos textos en un pequeño apartamento (parisino) en las horas que le sacó al sueño o aprovechando los viajes de su familia (está casado y tiene dos hijos) a destinos varios. Nada que no conozcamos. Suerte de vocación maldita, el hombre le ha interpuesto una capacidad de goce y constancia a un oficio que en tantas oportunidades roza con la pena.

No satisfecho con su producción poética (El sistema defensivo de los muertos llegó recientemente a las librerías) y narrativa (es más que recomendable su libro de cuentos Mockba), más de un lustro atrás le ha sumado la incursión en el mundo de la literatura infantil. Tres títulos por ahora han visto la luz, todos aclamados por los lectores de la generación iPad: La asombrosa sombra del pez limón (2005), Un tren hacia ya casi casi es Navidad (2008) y Galería universal de malhechores (2010). Pronto a aterrizar en Buenos Aires para la 38ª Feria Internacional del Libro, contestó vía skype sobre algunos temas en su literatura.

-¿Cómo hace para entrar y salir airosamente de géneros tan distintos como la poesía, el cuento y la literatura infantil?
-No lo sé, es casi natural. Debo tener algo parecido a un reloj biológico que me dice cuándo pasar de un género al otro, porque el salto siempre se produce sin ningún tipo de conflicto particular. Hasta ayer, por ejemplo, estaba escribiendo una nouvelle para adultos, un proyecto que vengo trabajando desde hace varios años, y de pronto dejé ahí donde estaba para continuar un librito para chicos que tenía parado, y ahora estoy trabajando en eso. Es raro que empiece a escribir un libro, ya sea de poesía, narrativa o infantil, sin andar dando saltos a otros libros que ya tengo comenzados.

-En su escritura se aprecia el cuidado del tono, cierta obstinación por no romper el hechizo de la verosimilitud. ¿Lo ve así?
-Sí, tiene que ver con eso, pero también con esa búsqueda obsesiva de la palabra justa. Escribir es un trabajo de orfebre, un trabajo agotador.

-¿Qué le atrae de la muerte para que sea tan recurrente en su obra?
-El misterio que representa. La idea inconcebible de que en algún momento vamos a dejar de existir, y que eso puede producirse en el próximo segundo, la semana que viene o dentro de treinta años. Lo pienso como una idea, un sentimiento obsesivo.

-Hace ocho años que vive en Francia. ¿En qué ha cambiado su relación con la lengua materna? Porque a primera vista no hay ninguna interferencia propia del cambio de hábitat en su literatura.
-Mi relación con la lengua prácticamente no ha cambiado, o al menos no soy consciente de que algún cambio se haya producido. Leo en francés, pero también sigo leyendo mucho en español. Donde noto la diferencia es cuando viajo a Buenos Aires y escucho hablar a la gente, y detecto nuevas expresiones que se han deslizado en el lenguaje de todos los días.

-Esta insularidad, ¿qué efectos ha contagiado en su escritura?
-Creo que ninguno. Mientras viví en Argentina nunca formé parte de ningún grupo ni revista ni movimiento estético particular. Siempre he intentado escribir siguiendo mis propias intuiciones y obsesiones, sin prestar atención a las modas y a los grupos.

-Empezó a publicar poesía en 1990. Leónidas Lamborghini señaló como un rasgo de la poesía contemporánea lo monstruoso. ¿En qué punto se ve interpelado por esa apreciación?
-Creo que toda poesía es monstruosa. La poesía está hecha de una materia que utilizamos todos los días, a cada instante, que creemos dominar y comprender, el lenguaje. Pero la poesía dice otra cosa, algo que muchas veces ni siquiera el propio poeta sabe qué es. Frankenstein, eso es la poesía.

-En varios de sus poemas hay citas a los Evangelios y marcas puntuales del universo cristiano. ¿Qué hay de cierto que en su adolescencia leía la Biblia como un libro de aventuras? ¿Cómo incorporó este tipo de lectura en su escritura?
-Es que la Biblia ES un libro de aventuras, pero no sólo eso. La huida de Egipto, el cruce del mar Rojo, la historia de Jonás, los hechos de los Apóstoles, el Apocalipsis. En algunos de mis libros la Biblia está muy presente, ya sea en los temas, las imágenes o los ritmos de los versos.

-¿Cómo llegó a escribir para niños?
-Empecé a escribir para niños gracias a una amiga que me pidió un cuento para chicos para publicar en el suplemento de un diario. Hasta entonces, nunca había escrito para niños. Escribí el cuento, y después ya no pude parar. Me divierte muchísimo porque es un género en el que me siento totalmente libre.

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