Arranqué primera semana de enero con intensivo de baile flamenco en Floresta con profe nueva. Me encanta la clase y viajar hasta allá en 53 (hora cincuenta de ida, hora treinta de vuelta porque menos tráfico a la noche) le da una dimensión de aventura.
Tengo dudas con mi capacidad de moverme a un ritmo más rápido que mis ojotas y con mi propiosepción. Digo, que me cuesta unir los pasos que la profe, divina, va tirando y sus alumnas, todas jóvenes, todas flacas, todas que ya la conocen de clases anuales, le siguen sin problemas o eso me parece a mí. Siempre yo jugando al sapo de otro pozo. También me jode (me acuerdo que me jodía en la sala de Marcos Dech antes de pandemia) el espejo de pared a pared: me escondo, no me miro o me descubro encorvada y titubeante.
Tengo que cambiar de actitud y asumir lo mucho que me gusta bailar, o que me gustaría si pudiera hacerlo. O perdonarme y dejarlo porque ya no, o en esta clase no y no dramatizar que en clases anuales y más pausadas seguro sí. Fui martes y jueves y estoy muy cansada y me duelen las costillas y la espalda solamente de levantar los brazos y hacer un par de giros.
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