Acabo de terminar el cuento de Docky, el perro destrozón que el poder de su nueva dueña cuentista ha transformado en "El guardián".
Lo había empezado hace un mes maso, cuando se me ocurrió que, a lo mejor, el perro veía a los fantasmas de los antiguos habitantes de esta casa y me estaba protegiendo. No tenía un final y la voz narrativa inició como diario de trasplantada, viró a algo medio cómico con el perro como narrador. Ahora le encontré un desenlace que ni yo misma me esperaba y quiero seguir dándole rosca para mantener la voz enloquecida de la recién mudada (no soy yo, no se confundan) y un narrador omnisciente (incluyendo fantasmas) que me garantice algo de oscuridad gótica y menos parodia de Mujeres al borde de un ataque de nervios. Veremos, veremos.
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