Ahora escribo "cresponcitos" y me doy cuenta de que el nombre del árbol (que no me había gustado hasta ahora) se refiere al pelo crespo de tode afrodescendiente y que se parece a las flores coloridas del árbol. Ser crespo, es no ser lacio y el color queda en segundo plano ante la forma.
Claro que, del árbol, lo que más llama la atención son sus colores pero, de cerca, se ama ese enrulamiento floral característico que los hace inconfundibles.
La cosa es que, en mi casa vieja, había uno en medio del jardín que no me cansé de amar y fotografiar en todas sus etapas durante 19 veranos. Cuando lo vi por primera vez no lo reconocí como esos flaquitos floridos de veredas porque era gordo, de tronco de varios colores, con una corteza rugosa y nudosa que se pelaba de a partes. Parece que los de vereas siempre son muy jóvenes y podados y este había crecido grande y salvaje por abandono no más. Lo extraño: su sombra, las cotorritas que se lo comían y me escupían para abajo, sus cremenda copa fucsia en estos eneros, la alfombra que dejaba en mi pasto.
Me aguante no ser melancólica y esperar al otoño para plantar árboles hasta que vi una foto de uno bebé en los estados de Pepe, mi amigo viverista, ex verdulero vecino y dueño actual de mi dodge. Ya veníamos hablando con Rafa de los árboles que nos gustaban y queríamos para el fondo y la vereda: el que ganaba era el tilo que les dos amamos, habíamos intentado con hijitos afanados de higuerilla que no prosperaron, yo también quiero un sauce llorón, un aromo, palo borracho hay al lado, jacarandá hay enfrente, en la medianera un alcanfor que ya veo todo rojo en dos meses.
Así que le pregunté a Pepe cuánto salía el cresponcito de la foto y si se podía plantar en estas fechas. Me dijo que sí, que ese le había quedado de una docena que trajo a pedido, le llevaron 7 juntos y después fue vendiendo el resto, este era el último, del color del mío de Obligado y me tocó la fibra desamparada. Me dijo 4500 que no es barato pero es el precio que están en todos lados, me dijo que me lo traía y plantaba ese mismo día, y agregó que tenía otro de años anteriores (????), dijo color rosa más clarito pero en realidad no sabe de qué color. Uno estaba en balde y otro en piñón de mimbre así que, según Pepe, no iban a sufrir con el transplante en pleno verano sino a disfrutar de su expansión en tierra y de mis dos baldes de agua diarrios reglamentarios.
Así que pedí los dos, vino Pepe a las dos horas (faltó el dodge para hacerlo más épico pero vino camioneta de vivero), con pala, dos bolsas de tierra fértil, hizo super pozo en medio del sol, abonó, puso tutores, me pidió hilo, le dí el que estaba tejiendo, me agregó tres plantitas de flores de regalo, nos tomamos una birra en la cocina y cada mañana me levanto y los voy a saludar. Yo ya los veo contentos, uno tiene las flores que trajo y el otro todavía mantiene la sorpresa. En cuanto tiren brote nuevo hago fiesta.
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