domingo, 25 de octubre de 2020

Una anti Kondo, enemiga del despojo, la pulcritud y toda otra forma insular de la poquitez

 

Recomendado de la semana: "El otro lado", de Mariana Enriquez.
La profusión es la estrella de este libro. Publicado, ya nadie podrá preguntarle a su autora qué cosa se llevaría a una isla desierta. Enriquez -una de las escritoras que más entiendo: por edad, gustos, suburbios, derivas, etc.- le permitió a Leila Guerriero, editora de "El otro lado", que armara esta extensísima compilación de apegos culturales. Enriquez se crio en Lomas y en La Plata, hija de padres progres sin un mango (realidad social que se inventó en La Plata en los '70 y lentamente se expandió a CABA y demás), y como buena superviviente se volvió una anti Kondo, enemiga del despojo, la pulcritud y toda otra forma insular de la poquitez. De modo que lo que nos ofrece es lo opuesto: un devocionario, un compilado de todos sus apegos más fuertes. Las cosas que no suelta, o que no la sueltan (incluidas, como el cigarrillo, las que perviven aunque se las dejó). ¿Qué cosas? Un montón.
Son notas sobre su panteón de escritores, actores, músicos, artistas plásticos. Ese tipo de libro, que en América Latina nació ya con una mirada oscura y marginal ("Los raros", de Rubén Darío), toma con Mariana esta forma de constelación negra para los jóvenes del siglo XXI, ¿y cuál es su mérito para hacerla? Dos: largo conocimiento de causa y ojos no demasiado abiertos a lo nuevo por ser nuevo. Resultado: combina muy bien lo viejo y lo actual. Sus perfiles de Bram Stoker o Mary Shelley y su ampliación nada generosa, por suerte, a otros como Joyce Carol Oates o Neil Gaiman. Desde su profesión (periodista) uno diría obligada a darle primacía a la novedad cultural, aun así Enriquez es muy selectiva al armar un canon. Claro que, como el panteón incluye además de escritores bandas, actores y demás, la cosa termina siendo de 700 páginas. Y hay lugar no sólo para sus apegos sino, y mucho, también para sus odios. Los Beatles (¡estamos tan de acuerdo!), la playa, los viajeros, el pensamiento positivo. Y están además esos otros textos -el subtítulo los llama "confesiones"- donde el tema es el trabajo como periodista, la formación como escritora, la educación sexual o la relación con los padres. Uno de ellos, "Flor de Edipo" ("Mi padre nunca naufraga en el universo femenino"), es encantador.
Lo único que no sé es por qué Guerriero y Enriquez quisieron 700 páginas. A mí me resultó agotador. Renuncié a muchos amores de Mariana. Cinco páginas para Mark Ruffalo, cinco para Asia Argento... ¡de repente son doscientas! Ojo, seguro autora y editora saben algo que yo no sé. Una potencia del ladrillo que se me escapa. Conozco jóvenes devota/os de la obra de Enriquez; como librero puedo decir que no acamparon para esperar la salida de este tomo, y que alguna/os lo están mirando de reojo en las mesas. Pero insisto: editora y autora sabrán.
Yo lo que puedo decir es que la línea de textos confesionales ameritaba un librito per se. Un gesto menos grandilocuente. Me gustó mucho leerlos, saber "cómo empecé a escribir" y demás. Me gustó leerla hablando de sus defectos, por ejemplo de sus resentimientos (se sabe, creo, que además de una autora de carácter es una persona de firmes, consolidados rencores).
A la luz de estos textos también se puede entender en parte el debate reciente en torno al concurso del Fondo Nacional de las Artes. Enriquez despliega en "Cómo empecé" una rara teoría según la cual en Argentina la literatura "realista" ocupa todas las posiciones, dejando al fantástico y distintos géneros al costado ingrato del camino. Sólo se me ocurre una razón para ver las cosas así: la formación de la autora en el periodismo cultural de los '90, cuyos grupos en tensión (los escritores y periodistas de la revista Babel y los de la línea Forn-Saccomano) eran mayoritariamente amigos del realismo, aunque no todos. Porque, si no lo pienso así, ¿cómo entender entonces que alguien piense eso en el país de Borges, Cortázar, Silvina Ocampo y Sábato? Sólo el crecimiento de Enriquez en la arena eminentemente arltiana de las redacciones da una clave para entender esto. ¿Es nuestra primera fantástica que creció sin un mango? Tal vez.
Bueno, lo recomiendo mucho a pesar de. El mal de la extensión.
Por último, y porque 680 páginas no alcanzaban, "El otro lado" incluye dos textos sobre el coronavirus.
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  • Respecto del ser "fantástica" en nuestro canon... mmmm... Pienso que haya fantásticas y fantásticos. No es lo mismo ser fantástico como Georgi y CF como Bioy que ser friki y subversión conurba.
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  • En tu comentario mismo te contestás lo del "mal de la extensión". Y yo te agrego: la extensión nunca es un mal. Nos gusta vivir ahí adentro. Y que haya espacio y redundancia e hipérbole y posibilidades de elegir, de entrar y salir, de no leer o leer más tarde.
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