Es un día campestre de sol afuera. El mismo decorado del comienzo de mi primera novela, Matate, amor, el niño juega en la pileta de plástico con el sol a 35 grados. Igual que en el comienzo de la novela escrita hace exactamente cuatro años, lo espío. Igual que en ese comienzo preparan la madera para el invierno. Emprendo ahora la corrección del libro para la re-edición en unos meses. Como decía Stefan Zweig; “Escribir es poner la vida a distancia”. Me doy cuenta de que la novela está viva porque otra vez escribo como si perdiera toda mi sangre.
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