De tanto vigilarlo, el cielo vacío, que iba cambiando de color al paso de la luz,perdió el aura familiar, consecuencia de nuestra certeza de haber estado siempre ahí, y se volvió extraño, y con él la tierra amarilla, todo lo que abarcaba el horizonte visible, incluidos nosotros mismos.
JUAN JOSÉ SAER. LAS NUBES.
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