No tengo paciencia con los invulnerables, con aquellos que no han quedado tocados por algún temporal, aquellos que nunca se han derrumbado, que nunca se han hecho pedazos y se han vuelto a recomponer: grandes puntadas, desgarrones, mal cosidos, nada muy lindo.
Es entonces cuando sale y reluce.
Pero a los lustrosos, a los que se las dan de algo, a esos sinceramente...
Andrea Dworkin
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