VÍCTOR RUIZ VELAZCO: “PUBLICAR UN LIBRO EN PERÚ ES MUY FÁCIL Y NO ME REFIERO A LA CALIDAD”
Creador del sello Lustra Editores, el poeta y narrador Víctor Ruiz Velazco ha lanzado junto al escritor Diego Trelles el sello Santuario, cuya propuesta es publicar obras de los mejores narradores latinoamericanos contemporáneos, como también servir de plataforma para que autores peruanos sean leídos en el exterior.
Por Jaime Cabrera Junco
ecajun@gmail.com
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Víctor Ruiz Velazco (Lima, 1982), además de poeta y narrador, tiene una importante labor como editor. A través de Lustra Editores, ha reeditado poemarios como La tierra baldía, de T.S. Eliot; Elegías de Duino, de Rainer María Rilke; así como grandes poemarios de autores peruanos como Contra Natura, de Rodolfo Hinostroza, o Tromba de agosto y Ave Soul, de Jorge Pimentel (próximamente publicará El huso de la palabra de José Watanabe). Además, ha emprendido un proyecto editorial junto al también escritor Diego Trelles Paz, con quien hace un año lanzó el sello Santuario, nombre inspirado en la novela de William Faulkner. Próximamente publicarán Los peligros de fumar en la cama, cuentario de la escritora argentina Mariana Enríquez; y las novelas Los topos del también argentino Félix Bruzzone; Derretimiento, del uruguayo Daniel Mella y El inquilino del colombiano Guido Tamayo. Esta entrevista, si bien extensa, es importante porque es un testimonio de parte de lo que significa ser editor en nuestro país. Oficio, que si se toma con seriedad, dejará satisfacciones muy superiores a las ganancias.
En su blog, Diego Trelles anunciaba el lanzamiento de Santuario y decía que surgía como una editorial independiente hecha por escritores para publicar “a los escritores que nos gustan”. Desde el inicio, con la publicación de El lugar del cuerpo, de Rodrigo Hasbún, se notaba una apuesta hacia el mercado hispanoamericano. ¿Cuál fue la idea inicial para llevar adelante este proyecto?
Es muy difícil que libros de escritores argentinos, chilenos, colombianos o bolivianos lleguen al Perú, y viceversa; y, en cambio, es muy fácil que libros publicados en España, la gran mayoría saldos importados por distribuidoras peruanas que revenden esos saldos a precios astronómicos, inunden las librerías peruanas. Nuestra apuesta es ir a contracorriente, contra la idea de un pensamiento único pauteado por las transnacionales. Ciertamente, también llegan cosas muy buenas, pero son las menos. Nosotros creemos en la idea de generar vínculos e intercambios entre escritores y lectores de nuestra región. Eso que parece un viaje a la semilla es, en las circunstancias señaladas, algo revolucionario. Aunque no hemos sido los primeros; en Perú, la etapa inicial de Estruendomudo fue maravillosa en este aspecto, por ejemplo, y lo que viene haciendo en la actualidad Animal de Invierno, publicando autores peruanos para darlos a conocer en el exterior, es notable.
Es muy difícil que libros de escritores argentinos, chilenos, colombianos o bolivianos lleguen al Perú, y viceversa; y, en cambio, es muy fácil que libros publicados en España, la gran mayoría saldos importados por distribuidoras peruanas que revenden esos saldos a precios astronómicos, inunden las librerías peruanas. Nuestra apuesta es ir a contracorriente, contra la idea de un pensamiento único pauteado por las transnacionales. Ciertamente, también llegan cosas muy buenas, pero son las menos. Nosotros creemos en la idea de generar vínculos e intercambios entre escritores y lectores de nuestra región. Eso que parece un viaje a la semilla es, en las circunstancias señaladas, algo revolucionario. Aunque no hemos sido los primeros; en Perú, la etapa inicial de Estruendomudo fue maravillosa en este aspecto, por ejemplo, y lo que viene haciendo en la actualidad Animal de Invierno, publicando autores peruanos para darlos a conocer en el exterior, es notable.
En cuanto a la publicación del libro de Rodrigo Hasbún, ciertamente fue una declaración de principios. Publicar a un magnífico autor como Rodrigo, que sin embargo, salvo por unos cuantos lectores incondicionales peruanos, era un nombre nuevo -a pesar de haber sido uno de los Bogotá 39 y de ser elegido uno de los escritores latinoamericanos contemporáneos más importantes por la prestigiosa revista Granta de Inglaterra- en el ámbito local fue un “riesgo” que asumimos para demostrar que un buen libro siempre puede encontrar su propio espacio, o hacerse de uno y que es mentira eso de que “el lector peruano es un lector poco sofisticado”. La prueba es que a menos de seis meses de su aparición, el libro de Rodrigo ya se encontraba virtualmente agotado.
¿Cómo es que dos escritores se juntan para trabajar aun cuando Diego está fuera del Perú?
Por la convicción de saber que lo que hacemos es necesario. Porque los que antes lo hacían ahora prefieren no hacerlo, cual Bartleby, y están en todo su derecho. Es fácil hacer lo que se puede, nosotros hacemos lo que queremos, a pesar de lo difícil que es.
Por la convicción de saber que lo que hacemos es necesario. Porque los que antes lo hacían ahora prefieren no hacerlo, cual Bartleby, y están en todo su derecho. Es fácil hacer lo que se puede, nosotros hacemos lo que queremos, a pesar de lo difícil que es.
Ahora que mencionas el tema de la distancia, debo decir que la mayor parte de lo que ha hecho Diego ha sido realizado desde fuera del país. Una muestra es la revista Pterodáctilo, que Diego dirigió mientras estudiaba en Estados Unidos; también sus estudios y antologías sobre la narrativa latinoamericana (pienso, sobre todo, en El futuro no es nuestro, también publicado en Perú por Madriguera) fueron realizados fuera del país. El hecho de que ahora mismo Diego se encuentre en París y yo en Lima no nos genera ningún contratiempo; nuestras reuniones virtuales son constantes y debido a que seguimos un cronograma de publicaciones bastante rígido, planeado con hasta doce meses de anticipación, básicamente lo que nos queda coordinar es que los procesos se cumplan en el plazo correspondiente.
Sin embargo, hay también una apuesta por autores peruanos. Recientemente han publicadoEl diluvio de Rosaura Albina, del escritor chimbotano Luis Fernando Cueto, en alianza con la Municipalidad Distrital de Nuevo Chimbote.
Parte primordial del proyecto es que este sirva de plataforma para promocionar a autores peruanos en el exterior. Aparecer en esta colección, junto a autores de la talla da Hasbún, Schweblin, Enríquez, Bellatin, etc., consideramos, es uno de los mejores escenarios posibles en que un autor peruano puede darse a conocer en el exterior, pues forma parte de un catálogo de lujo, ergo: es de lujo también. Y claro que Luis Fernando Cueto es un autor de lujo. Que la mezquindad de cierta crítica o sector se resista a verlo de ese modo no es problema nuestro. Diego y yo siempre hemos expresado la admiración que sentimos por su obra. Que decidiera publicar con nosotros, en detrimento de otras editoriales no solo independientes, sino de las llamadas grandes, es algo que le agradeceremos siempre. En cuanto a la mención al Fondo Editorial de la Municipalidad de Nuevo Chimbote, me das la oportunidad de decir que parte importante del trabajo que un editor independiente realiza es el de la gestión cultural, y eso es algo que muchos no saben y otros olvidan. Para que el libro de Luis Fernando pudiera ver la luz, con sus 600 páginas, el apoyo de esta institución fue fundamental. Muchos de esos libros irán a bibliotecas de los colegios de la localidad y la región.
Parte primordial del proyecto es que este sirva de plataforma para promocionar a autores peruanos en el exterior. Aparecer en esta colección, junto a autores de la talla da Hasbún, Schweblin, Enríquez, Bellatin, etc., consideramos, es uno de los mejores escenarios posibles en que un autor peruano puede darse a conocer en el exterior, pues forma parte de un catálogo de lujo, ergo: es de lujo también. Y claro que Luis Fernando Cueto es un autor de lujo. Que la mezquindad de cierta crítica o sector se resista a verlo de ese modo no es problema nuestro. Diego y yo siempre hemos expresado la admiración que sentimos por su obra. Que decidiera publicar con nosotros, en detrimento de otras editoriales no solo independientes, sino de las llamadas grandes, es algo que le agradeceremos siempre. En cuanto a la mención al Fondo Editorial de la Municipalidad de Nuevo Chimbote, me das la oportunidad de decir que parte importante del trabajo que un editor independiente realiza es el de la gestión cultural, y eso es algo que muchos no saben y otros olvidan. Para que el libro de Luis Fernando pudiera ver la luz, con sus 600 páginas, el apoyo de esta institución fue fundamental. Muchos de esos libros irán a bibliotecas de los colegios de la localidad y la región.
¿Y por qué optaron solo por la narrativa teniendo en cuenta que tú eres poeta y tienes un proyecto como Lustra con importantes reediciones de poetas peruanos y clásicos internacionales?
Con Lustra la cosa es clara: Lustra es solo poesía. Lustra es poesía. No me parecía que debía abrir un Lustra narrativa y de ese modo aprovechar el ¿posicionamiento? del nombre del sello. Me resultó más honesto empezar con Diego desde cero un proyecto que, como Lustra, buscase publicar lo mejor, o lo que nosotros consideramos parte de lo mejor, de lo que se existe actualmente en narrativa. Pero ese “actualmente” tiene su trampa. Ya te he comentado cuánto tiempo Diego viene realizando un proyecto de difusión de muchos de los autores latinoamericanos que generan ahora la atención de la crítica y medios incluso. En mi caso, pocos saben que desde 2004 formé parte del consejo editorial de Mil Mamuts, la Revista Trimestral del Cuento Latinoamericano, editada en Argentina, y dirigida por Salvador Biedma y Alejandro Larre (hace unos días celebrábamos los 10 años desde la salida del primer número) que publicó a muchos de los autores que figuran entre lo más destacable que se viene haciendo hoy por hoy en la región (Samanta Schweblin, Federico Falco, Oliverio Coelho, Héctor Abad Faciolince, Juan Villoro, Paz Soldán, Patricio Pron, Fabián Casas; entre otros). Verán, con el tiempo, que muchos de los autores que formarán parte de Santuario, son autores que, tanto Diego como yo, hemos publicado o hemos seguido durante más de diez años. Es decir, desde el inicio de la carrera de muchos de ellos y el inicio del despegue de otros. Siempre ha habido esa intención de dialogar y difundir; Santuario es solo parte de un proceso mucho más grande, de un diálogo constante e ininterrumpido que ahora toma esta forma.
Con Lustra la cosa es clara: Lustra es solo poesía. Lustra es poesía. No me parecía que debía abrir un Lustra narrativa y de ese modo aprovechar el ¿posicionamiento? del nombre del sello. Me resultó más honesto empezar con Diego desde cero un proyecto que, como Lustra, buscase publicar lo mejor, o lo que nosotros consideramos parte de lo mejor, de lo que se existe actualmente en narrativa. Pero ese “actualmente” tiene su trampa. Ya te he comentado cuánto tiempo Diego viene realizando un proyecto de difusión de muchos de los autores latinoamericanos que generan ahora la atención de la crítica y medios incluso. En mi caso, pocos saben que desde 2004 formé parte del consejo editorial de Mil Mamuts, la Revista Trimestral del Cuento Latinoamericano, editada en Argentina, y dirigida por Salvador Biedma y Alejandro Larre (hace unos días celebrábamos los 10 años desde la salida del primer número) que publicó a muchos de los autores que figuran entre lo más destacable que se viene haciendo hoy por hoy en la región (Samanta Schweblin, Federico Falco, Oliverio Coelho, Héctor Abad Faciolince, Juan Villoro, Paz Soldán, Patricio Pron, Fabián Casas; entre otros). Verán, con el tiempo, que muchos de los autores que formarán parte de Santuario, son autores que, tanto Diego como yo, hemos publicado o hemos seguido durante más de diez años. Es decir, desde el inicio de la carrera de muchos de ellos y el inicio del despegue de otros. Siempre ha habido esa intención de dialogar y difundir; Santuario es solo parte de un proceso mucho más grande, de un diálogo constante e ininterrumpido que ahora toma esta forma.
“EL LIBRO NO DEBE SER REDUCIDO A MERA MERCANCÍA”
¿Cuál es el criterio que siguen ustedes para decidir publicar una obra?
Esencialmente, y a pesar de que trabajamos en conjunto, Diego es el director de la colección; lo que quiere decir que en última instancia es él quien decide la línea editorial. Eso es algo que tuvimos muy en claro al momento de iniciar el proyecto. Dicho esto, resta acotar que el único criterio que tenemos para publicar un libro en Santuario es que dicho libro sea excelente. No nos importa que el autor sea o no mediático, que “venda” o “no venda”. Si tiene un libro excelente, sin duda vamos a querer publicarlo.
Esencialmente, y a pesar de que trabajamos en conjunto, Diego es el director de la colección; lo que quiere decir que en última instancia es él quien decide la línea editorial. Eso es algo que tuvimos muy en claro al momento de iniciar el proyecto. Dicho esto, resta acotar que el único criterio que tenemos para publicar un libro en Santuario es que dicho libro sea excelente. No nos importa que el autor sea o no mediático, que “venda” o “no venda”. Si tiene un libro excelente, sin duda vamos a querer publicarlo.
¿El hecho que sean escritores crees que ayuda a seleccionar mejor el catálogo? Se suele criticar a algunos editores por descuidar esta parte, por fijarse más en la parte comercial, es decir, en lo que ‘venda’. ¿Cuáles son las virtudes que debe tener un editor?
Más que ser escritores, creo que el hecho de ser lectores. Como te decía, entre Diego y yo, a pesar de nuestra juventud, existen al menos 25 años de experiencia. Pero hoy en día, y desde hace ya un tiempo, cualquiera que pueda diseñar un libro en Corel, “editar” el manuscrito que recibe con la ayuda del corrector de Word e imprimir dicho libro en el Centro de Lima (por una pequeña suma de dinero, claro, nunca sin esa pequeña suma de dinero) se hace llamar editor. Yo creo, en este punto, que, parafraseando a Toño Cisneros cuando hablaba de poesía: No hay editores buenos y editores malos. Hay editores y están los otros. Y un editor puede equivocarse, y mucho. Yo mismo me he equivocado incontables veces. Más de las que quisiera. Siguiendo con Cisneros: “Es difícil ser editor, pero se aprende”. Se aprende en un país en el que no existe como carrera que podamos estudiar en una universidad. Sin embargo, soy parte de una promoción excepcional de gente que hizo y sigue haciendo cosas notables. Años más, años menos, vengo del mismo lugar y momento en que surgieron o empezaron a gestarse proyectos como Matalamanga, Estruendomudo, Álbum del Universo Bakterial, Sarita Cartonera, Etiqueta Negra, Borrador, Animal de Invierno, Paracaídas, Mundo Ajeno, Buen Salvaje; etc. ¿Cómo no sentir orgullo? Todos los cabezas de esos proyectos son autocríticos, se capacitan constantemente, aun ahora, leen, visitan librerías, leen, conocen lo que se hace fuera de Lima, fuera de las provincias, fuera de Perú, fuera de Latinoamérica, leen; es decir que todos mis pares editores son obsesivos totales y por eso son realmente buenos en lo que hacen. La dirección comercial que quieran darle a sus proyectos es algo que solo les compete a ellos; pero, ciertamente, esto en algunos casos, nos deja la sensación de que todo tiempo pasado fue mejor.
Más que ser escritores, creo que el hecho de ser lectores. Como te decía, entre Diego y yo, a pesar de nuestra juventud, existen al menos 25 años de experiencia. Pero hoy en día, y desde hace ya un tiempo, cualquiera que pueda diseñar un libro en Corel, “editar” el manuscrito que recibe con la ayuda del corrector de Word e imprimir dicho libro en el Centro de Lima (por una pequeña suma de dinero, claro, nunca sin esa pequeña suma de dinero) se hace llamar editor. Yo creo, en este punto, que, parafraseando a Toño Cisneros cuando hablaba de poesía: No hay editores buenos y editores malos. Hay editores y están los otros. Y un editor puede equivocarse, y mucho. Yo mismo me he equivocado incontables veces. Más de las que quisiera. Siguiendo con Cisneros: “Es difícil ser editor, pero se aprende”. Se aprende en un país en el que no existe como carrera que podamos estudiar en una universidad. Sin embargo, soy parte de una promoción excepcional de gente que hizo y sigue haciendo cosas notables. Años más, años menos, vengo del mismo lugar y momento en que surgieron o empezaron a gestarse proyectos como Matalamanga, Estruendomudo, Álbum del Universo Bakterial, Sarita Cartonera, Etiqueta Negra, Borrador, Animal de Invierno, Paracaídas, Mundo Ajeno, Buen Salvaje; etc. ¿Cómo no sentir orgullo? Todos los cabezas de esos proyectos son autocríticos, se capacitan constantemente, aun ahora, leen, visitan librerías, leen, conocen lo que se hace fuera de Lima, fuera de las provincias, fuera de Perú, fuera de Latinoamérica, leen; es decir que todos mis pares editores son obsesivos totales y por eso son realmente buenos en lo que hacen. La dirección comercial que quieran darle a sus proyectos es algo que solo les compete a ellos; pero, ciertamente, esto en algunos casos, nos deja la sensación de que todo tiempo pasado fue mejor.
¿Qué vicios percibes en el trabajo del campo editorial en nuestro país?
Creo que hay que ser sincero con lo que se hace, con lo que se busca. Cada acción tiene una dirección, un efecto esperado. Ya expliqué qué buscamos Diego y yo, y creo saber qué buscan muchos de los editores que mencioné. Creo que ese es el tipo trabajo que me interesa, el que me llama la atención. No creo que el libro pueda o deba ser reducido a ser una mera mercancía. En todo caso, ese tipo de libros y de literatura no me interesa. Por otra parte, tenemos un Estado que no considera importante al libro y que a diferencia de otros países carece de una política de adquisición para implementar bibliotecas públicas, locales y regionales; una Ley del Libro que, a diferencia de la Ley del Cine, solo tiene un tiempo de duración limitado -actualmente buscamos su extensión, a falta de un cambio sustancial en la misma-, durante el cual se busca que el “sector” crezca gracias a dos o tres incentivos tributarios que, por otra parte, solo editoriales grandes o imprentas pueden realmente aprovechar. Es decir que la Ley, en la mayoría de sus objetivos, no llega a alcanzar a los editores independientes.
Creo que hay que ser sincero con lo que se hace, con lo que se busca. Cada acción tiene una dirección, un efecto esperado. Ya expliqué qué buscamos Diego y yo, y creo saber qué buscan muchos de los editores que mencioné. Creo que ese es el tipo trabajo que me interesa, el que me llama la atención. No creo que el libro pueda o deba ser reducido a ser una mera mercancía. En todo caso, ese tipo de libros y de literatura no me interesa. Por otra parte, tenemos un Estado que no considera importante al libro y que a diferencia de otros países carece de una política de adquisición para implementar bibliotecas públicas, locales y regionales; una Ley del Libro que, a diferencia de la Ley del Cine, solo tiene un tiempo de duración limitado -actualmente buscamos su extensión, a falta de un cambio sustancial en la misma-, durante el cual se busca que el “sector” crezca gracias a dos o tres incentivos tributarios que, por otra parte, solo editoriales grandes o imprentas pueden realmente aprovechar. Es decir que la Ley, en la mayoría de sus objetivos, no llega a alcanzar a los editores independientes.
Sin embargo, publicar un libro en Perú es muy fácil y muy barato (no hablo de calidad). Creo que eso ha posibilitado la proliferación de aquello que a falta de una expresión más feliz nombraré “tramitadores del libro”: gente a la que un autor, que de otro modo seguiría siendo inédito, le paga para ver su libro publicado. Sin ningún filtro, sin ningún control de calidad. La autocomplacencia que podemos comprar con 1500 o 2000 soles. Dime con qué editor publicas y te diré qué escritor eres. La cultura del espectáculo, en la que vivimos inmersos, nos hace pensar que ser escritor es salir en la portada de Somos o ser entrevistado en RPP y nos olvidamos de que escribir, como leer, es un trabajo, en principio, muy solitario. Escribimos para el Facebook o para el Twitter y creemos alcanzar notoriedad mientras más likes tenemos. Creemos que podemos opinar con autoridad sobre cualquier tema y muchas veces patinamos o, peor aun, pasamos desapercibidos completamente. A todo aquel que esté pensando en publicar le diría que se pregunte primero si quiere ser “escritor” o quiere “escribir”, eso para evitar futuras decepciones.
Una editorial independiente en el Perú es difícil que se mantenga con la venta de lo que publica, ¿cómo así buscan mantener a flote la empresa?
Es imprescindible tener un nivel de rotación que no supere los cuatro meses, actualmente lo ideal serían dos, y es que el tiempo que pueden permanecer en exhibición los libros que publicamos solo en ocasiones puede llegar al mes. Mientras más te esfuerces en consolidar un fondo importante es más viable que retorne la inversión. Pero, claro, nunca es suficiente. Siempre es más lo que se invierte que lo que retorna. Hay que generar, por esa razón, nuevos medios de distribución, de promoción. No podemos decir que existe un mercado editorial si solo tenemos diez librerías en Lima y veinte en todo el Perú; es decir que publicamos libros que no tenemos dónde vender: absurdo. Afortunadamente, se han empezado a generar espacios alternativos gracias, en gran medida, a las nuevas tecnologías y medios de comunicación. Insisto en que la labor de gestión es imprescindible para amortiguar el impacto de nuestras inversiones y, de algún modo, hacer sostenible un proyecto que de otra manera, como con Lustra, solo dependería de la capacidad de entrega que su realizador se permita darle. Creo que eso explica el hecho de que muchas editoriales importantes virasen hacia lo comercial: la necesidad de profesionalizarse implicaba que tuvieran que vivir exclusivamente de lo que la empresa generase, que fuera autosostenible. Decidieron que no iba a ser posible publicando libros de “autores” y abrieron su catálogo a todas las Baigorrias (nota: se refiere a Alejandra Baigorria) y Corbachos (por Luis Corbacho, expareja de Jaime Bayly) posibles. Yo creo que la misión ahora es demostrar que se puede hacer una editorial de culto que sea autosostenible: No lo logré con Lustra durante 10 años, pero puedo decir soy un sobreviviente.
Es imprescindible tener un nivel de rotación que no supere los cuatro meses, actualmente lo ideal serían dos, y es que el tiempo que pueden permanecer en exhibición los libros que publicamos solo en ocasiones puede llegar al mes. Mientras más te esfuerces en consolidar un fondo importante es más viable que retorne la inversión. Pero, claro, nunca es suficiente. Siempre es más lo que se invierte que lo que retorna. Hay que generar, por esa razón, nuevos medios de distribución, de promoción. No podemos decir que existe un mercado editorial si solo tenemos diez librerías en Lima y veinte en todo el Perú; es decir que publicamos libros que no tenemos dónde vender: absurdo. Afortunadamente, se han empezado a generar espacios alternativos gracias, en gran medida, a las nuevas tecnologías y medios de comunicación. Insisto en que la labor de gestión es imprescindible para amortiguar el impacto de nuestras inversiones y, de algún modo, hacer sostenible un proyecto que de otra manera, como con Lustra, solo dependería de la capacidad de entrega que su realizador se permita darle. Creo que eso explica el hecho de que muchas editoriales importantes virasen hacia lo comercial: la necesidad de profesionalizarse implicaba que tuvieran que vivir exclusivamente de lo que la empresa generase, que fuera autosostenible. Decidieron que no iba a ser posible publicando libros de “autores” y abrieron su catálogo a todas las Baigorrias (nota: se refiere a Alejandra Baigorria) y Corbachos (por Luis Corbacho, expareja de Jaime Bayly) posibles. Yo creo que la misión ahora es demostrar que se puede hacer una editorial de culto que sea autosostenible: No lo logré con Lustra durante 10 años, pero puedo decir soy un sobreviviente.
¿Cuán complejo es el proceso de edición de un libro? ¿Qué trabajo hay detrás una vez que el autor les hace llegar su manuscrito final?
Muchas veces te encuentras con autores que se ofenden cuando corriges sus manuscritos. Casi siempre, los autores que piensan que están defendiendo su “arte” son muy nóveles e inexpertos. Si supieran que verdaderos monstruos (solo nombrando a autores de Santuario en esta ocasión) como Hasbún, Scheblin, Enríquez, Cueto, entre otros, son los más generosos, atentos, trabajadores y agradecidos con la posibilidad de tener un editor a tiempo completo para ellos del otro lado de la pantalla, estos autores muy “dignos” descubrirían lo patéticos que resultan por -utilizando una expresión de Julio Villanueva Chang- estar completa y perdidamente enamorados de sus pequeños intentos de prosa. Ese ego no ayuda en absoluto. Como tampoco ayuda el ego del editor en algunos casos. Y es que a veces los editores sienten la necesidad de que su “mano” se vea y cometemos errores. Wáshington Delgado me decía (siempre criticaba mis poemas a modo de parábolas para que no lo resintiera) que existían poemas incorregibles y otros que eran incorregibles: los primeros eran tan malos que por más que le dedicásemos cuerpo y alma para corregirlos solo lograríamos perder tiempo; los segundos eran tan buenos que si intentábamos corregirlos los malográbamos, como el Nocturno de Vermonth de Calvo, sentenciaba. Eso es algo que hay que tener muy presente siempre.
Muchas veces te encuentras con autores que se ofenden cuando corriges sus manuscritos. Casi siempre, los autores que piensan que están defendiendo su “arte” son muy nóveles e inexpertos. Si supieran que verdaderos monstruos (solo nombrando a autores de Santuario en esta ocasión) como Hasbún, Scheblin, Enríquez, Cueto, entre otros, son los más generosos, atentos, trabajadores y agradecidos con la posibilidad de tener un editor a tiempo completo para ellos del otro lado de la pantalla, estos autores muy “dignos” descubrirían lo patéticos que resultan por -utilizando una expresión de Julio Villanueva Chang- estar completa y perdidamente enamorados de sus pequeños intentos de prosa. Ese ego no ayuda en absoluto. Como tampoco ayuda el ego del editor en algunos casos. Y es que a veces los editores sienten la necesidad de que su “mano” se vea y cometemos errores. Wáshington Delgado me decía (siempre criticaba mis poemas a modo de parábolas para que no lo resintiera) que existían poemas incorregibles y otros que eran incorregibles: los primeros eran tan malos que por más que le dedicásemos cuerpo y alma para corregirlos solo lograríamos perder tiempo; los segundos eran tan buenos que si intentábamos corregirlos los malográbamos, como el Nocturno de Vermonth de Calvo, sentenciaba. Eso es algo que hay que tener muy presente siempre.
Ahora, el proceso de edición en sí mismo comporta muchas instancias que sería un poco tedioso desarrollar, pero que contempla esencialmente un trabajo con el autor mediante el cual se busca que el manuscrito entregado resulte en el mejor libro posible. En un punto se decide que por ese momento no puede hacerse más. En un punto descubrimos que no nos es posible ver nada más y creemos que hemos acabado con el trabajo. Se diagrama y enviamos el libro a dos lectores que con seguridad nos propondrán varios cambios. Estos se ingresan y luego realizamos un protocolo de edición que tiene que ver con cosas muy operativas pero importantísimas: que los capítulos coincidan con el número de página asignado en el índice, que las palabras que se cortan no nos den palabras que suenen o se vean mal, que las cenefas siempre aparezcan a la misma altura, cuidar las viudas y huérfanas, etcétera… Y una vez efectuadas estas correcciones volver a revisar, pues estos cambios con frecuencia producen nuevas viudas, huérfanas, etcétera. El tema del arte de la portada, el trabajo con el diseñador, es otro largo y apasionante, cuando no tedioso, asunto. Finalmente, uno abandona un libro, ya sea escribiéndolo, ya sea editándolo. La existencia del libro es la prueba de esa renuncia. Por eso prefiero no leer los libros una vez publicados, pues siempre encuentro cosas que “debí” haber cambiado y no pude ver en su momento. Y es que no existe edición perfecta, pero hacemos lo imposible para fallar lo menos.
“INCIDIR EN LA LEY DEL LIBRO ES FUNDAMENTAL”
¿Qué tan complicado es ser editor en el Perú?
Antes de la aparición de las editoriales independientes a comienzos del 2000, solo teníamos unos cuantos modelos de lo que era ser editor. Creo que en gran medida muchos de mis pares editores estarán de acuerdo conmigo en que el trabajo de Mejía Baca, Javier Sologuren y lo hecho por Peisa y Campodónico fue determinante en nuestra idea original de lo que significaba dedicarse a este oficio. De los mencionados, Peisa continúa con mucho de lo que dejó andado Mejía Baca; de hecho, Germán Coronado fue discípulo de Baca y este le heredó, entre otros autores, a Martín Adán. Yo mismo me formé en un punto en Peisa. Antes te había dicho que no existe la carrera de editor en el Perú, así que todos, en alguna medida u otra hemos sido autodidactas, y hemos buscado capacitarnos de mil maneras distintas. Unos, como yo, trabajando para gente de la que podía aprender. Otros leyendo, asistiendo a talleres, todo valía. ¿Cómo se explica la existencia de un editor de lujo, a la altura del más capo de capos a nivel mundial, como Villaneva Chang en estas circunstancias? Ensayo y error. Voluntad. Perseverancia. Terquedad. El talento y la inteligencia está descontado, claro. Yo me he formado con los mejores. Cada uno de los trabajos que he tenido han sido importantes para mi formación como editor, asunto en el que empecé muy joven, a los 19 años. A diferencia de otros amigos, que antes pasaron por otros oficios, yo siempre me dediqué a la corrección y edición de textos. He trabajado en Peisa, en el Fondo Editorial de la PUCP, en SM… es decir, uno decide dónde estar, también, ¿no? Decides pensar que no se puede hacer nada y te vas a llorar al río o buscas a los mejores y les tocas la puerta hasta que te la abran. Sin embargo, solo hay algo en lo que creo saber un poco más que el resto de mis compañeros editores: yo también sé de imprenta, de papel, de cada uno de los procesos que hay que seguir después de que hemos enviado el PDF a la imprenta. Lo aprendí por necesidad, para aminorar costos. Luego descubres que no siempre hay una relación proporcional entre la idea del ahorro y el ahorro real, pero entonces tienes un plus. Publicar un libro en Perú, como te decía antes, es muy fácil. Ser editor, en cambio, es algo que no le deseo a nadie que no tenga la determinación que se requiere.
Antes de la aparición de las editoriales independientes a comienzos del 2000, solo teníamos unos cuantos modelos de lo que era ser editor. Creo que en gran medida muchos de mis pares editores estarán de acuerdo conmigo en que el trabajo de Mejía Baca, Javier Sologuren y lo hecho por Peisa y Campodónico fue determinante en nuestra idea original de lo que significaba dedicarse a este oficio. De los mencionados, Peisa continúa con mucho de lo que dejó andado Mejía Baca; de hecho, Germán Coronado fue discípulo de Baca y este le heredó, entre otros autores, a Martín Adán. Yo mismo me formé en un punto en Peisa. Antes te había dicho que no existe la carrera de editor en el Perú, así que todos, en alguna medida u otra hemos sido autodidactas, y hemos buscado capacitarnos de mil maneras distintas. Unos, como yo, trabajando para gente de la que podía aprender. Otros leyendo, asistiendo a talleres, todo valía. ¿Cómo se explica la existencia de un editor de lujo, a la altura del más capo de capos a nivel mundial, como Villaneva Chang en estas circunstancias? Ensayo y error. Voluntad. Perseverancia. Terquedad. El talento y la inteligencia está descontado, claro. Yo me he formado con los mejores. Cada uno de los trabajos que he tenido han sido importantes para mi formación como editor, asunto en el que empecé muy joven, a los 19 años. A diferencia de otros amigos, que antes pasaron por otros oficios, yo siempre me dediqué a la corrección y edición de textos. He trabajado en Peisa, en el Fondo Editorial de la PUCP, en SM… es decir, uno decide dónde estar, también, ¿no? Decides pensar que no se puede hacer nada y te vas a llorar al río o buscas a los mejores y les tocas la puerta hasta que te la abran. Sin embargo, solo hay algo en lo que creo saber un poco más que el resto de mis compañeros editores: yo también sé de imprenta, de papel, de cada uno de los procesos que hay que seguir después de que hemos enviado el PDF a la imprenta. Lo aprendí por necesidad, para aminorar costos. Luego descubres que no siempre hay una relación proporcional entre la idea del ahorro y el ahorro real, pero entonces tienes un plus. Publicar un libro en Perú, como te decía antes, es muy fácil. Ser editor, en cambio, es algo que no le deseo a nadie que no tenga la determinación que se requiere.
¿Qué tipo de apoyo consideran necesario para hacer sostenible el trabajo?
Te hablo desde una visión gremial. Hay que construir institucionalidad, sino siempre se tratará de esfuerzos privados que dependen exclusivamente de la capacidad de aguante de quienes los dirigen. Creo que hay todo por hacerse aún. Incidir en la Ley del libro, que no solo abarca las competencias de los editores, sino de todos los actores que conforman la industria editorial, es fundamental. La Ley solo ha podido ser “aplicada” en tanto a los beneficios tributarios, que, como ya dije, solo alcanzan a unos, curiosamente los más grandes. Las otras dos áreas que intentaba desarrollar la Ley, una de ellas el Cofide Libro, y otra de crédito para publicaciones, nunca se ejecutó porque la Ley no explicaba de dónde saldría el dinero para dichos fines. En países como Chile o Argentina el Estado adquiere, por Ley, entre el 20 y 30 por ciento de las publicaciones de los productores locales para implementar bibliotecas públicas. Ese 20 o 30 por ciento representa en buena cuenta los costos de imprenta. ¿Te imaginas lo que se pudiera hacer con algo así aquí en que sin tener nada hemos hecho de todo? Suena al país de Jauja, pero en otros lugares (y ni siquiera me refiero a México, que es otro planeta, y ni qué decir con países europeos) hay, decía, incentivos para autores, fondos concursables, fondos para viajes y capacitación, becas; es decir, un real apoyo al sector, todo lo que, por ejemplo, ha conseguido el cine peruano. Llegas al Metro de Santiago y puedes tomar un libro de la biblioteca, no un módulo triste, y dejarlo en la siguiente estación si así lo deseas y tomar otro. Se articulan esfuerzos, ¿me explico? En cada estación una librería. En Bogotá, Buenos Aires, etc… ¿Por qué no aquí? Se estuvo intentando hacer algo desde la Dirección del Libro, pero lamentablemente el encargado no está más. Espero que quien ingrese en su reemplazo continúe los proyectos que se han dejado en marcha.
Te hablo desde una visión gremial. Hay que construir institucionalidad, sino siempre se tratará de esfuerzos privados que dependen exclusivamente de la capacidad de aguante de quienes los dirigen. Creo que hay todo por hacerse aún. Incidir en la Ley del libro, que no solo abarca las competencias de los editores, sino de todos los actores que conforman la industria editorial, es fundamental. La Ley solo ha podido ser “aplicada” en tanto a los beneficios tributarios, que, como ya dije, solo alcanzan a unos, curiosamente los más grandes. Las otras dos áreas que intentaba desarrollar la Ley, una de ellas el Cofide Libro, y otra de crédito para publicaciones, nunca se ejecutó porque la Ley no explicaba de dónde saldría el dinero para dichos fines. En países como Chile o Argentina el Estado adquiere, por Ley, entre el 20 y 30 por ciento de las publicaciones de los productores locales para implementar bibliotecas públicas. Ese 20 o 30 por ciento representa en buena cuenta los costos de imprenta. ¿Te imaginas lo que se pudiera hacer con algo así aquí en que sin tener nada hemos hecho de todo? Suena al país de Jauja, pero en otros lugares (y ni siquiera me refiero a México, que es otro planeta, y ni qué decir con países europeos) hay, decía, incentivos para autores, fondos concursables, fondos para viajes y capacitación, becas; es decir, un real apoyo al sector, todo lo que, por ejemplo, ha conseguido el cine peruano. Llegas al Metro de Santiago y puedes tomar un libro de la biblioteca, no un módulo triste, y dejarlo en la siguiente estación si así lo deseas y tomar otro. Se articulan esfuerzos, ¿me explico? En cada estación una librería. En Bogotá, Buenos Aires, etc… ¿Por qué no aquí? Se estuvo intentando hacer algo desde la Dirección del Libro, pero lamentablemente el encargado no está más. Espero que quien ingrese en su reemplazo continúe los proyectos que se han dejado en marcha.
Como lector, ya no como editor, ¿cuál es tu canon literario?
En poesía esta lista tendría que resumirse en tradiciones: poesía peruana, chilena, inglesa, nórdica, francesa, alemana, china, griega, española, etc. En narrativa, como cuentista tengo especial interés por la tradición inglesa, aunque siempre empezaría con Chejov, luego Poe, London, Hemingway, Fitzgerald, Salinger, Capote, Carver. En español: Borges, Rulfo, Onetti, Quiroga, Felisberto Hernández, Cortázar. Perú: Valdelomar, Ribeyro, Congrains, Bryce, Higa, Niño de Guzmán, Colchado y muchos de los narradores de la llamada generación post 2000. En novela, básicamente me eduqué leyendo novelas del siglo XIX, de todos ellos, porque tenía un amigo fanático de este autor, conozco casi todo de Stendhal. Pero en este género soy mucho más omnívoro que con la poesía y el cuento. Puedo amar una protonovela como El asno de oro de Apuleyo y también Conversación en La Catedral o La guerra del fin del mundo de Vargas Llosa. Leer varias veces El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría o Los ríos profundosde José María Arguedas y adorar del mismo modo Palacio de la luna de Auster. Contemplar lo categórico en Los sonámbulos de Hermann Broch o morirme de risa con el Steinbeck de Tortilla Flat. Quedarme prendado de América de Kafka, o alguna otra de sus novelas, del mismo modo que me pasa al leer Con una sola pierna de Sacks. La maestría de García Márquez se resume en El coronel no tiene quién le escriba y en Crónica de una muerte anunciada; esas novelas enseñan a escribir. Cien años de soledad no enseña nada, es irrepetible. Durante un tiempo junté ediciones de El cuarteto de Alejandría; aunque el libro del cual tengo más ediciones es un poemario: 38 ediciones de La tierra baldía de Eliot, y contando. En fin, desde Junot Díaz hasta el anónimo que escribió El Lazarillo de Tormes. El sonido y la furia de Faulkner y Salón de bellezade Bellatin, pero también 2666 de Bolaño y Pedro Páramo de Rulfo. Una novela me cambió la vida: El retrato de Dorian Grey de Oscar Wilde. Ya había leído todo lo que había en mi casa, por obligación, cuando leí la novela de Wilde y solo entonces amé la literatura.
En poesía esta lista tendría que resumirse en tradiciones: poesía peruana, chilena, inglesa, nórdica, francesa, alemana, china, griega, española, etc. En narrativa, como cuentista tengo especial interés por la tradición inglesa, aunque siempre empezaría con Chejov, luego Poe, London, Hemingway, Fitzgerald, Salinger, Capote, Carver. En español: Borges, Rulfo, Onetti, Quiroga, Felisberto Hernández, Cortázar. Perú: Valdelomar, Ribeyro, Congrains, Bryce, Higa, Niño de Guzmán, Colchado y muchos de los narradores de la llamada generación post 2000. En novela, básicamente me eduqué leyendo novelas del siglo XIX, de todos ellos, porque tenía un amigo fanático de este autor, conozco casi todo de Stendhal. Pero en este género soy mucho más omnívoro que con la poesía y el cuento. Puedo amar una protonovela como El asno de oro de Apuleyo y también Conversación en La Catedral o La guerra del fin del mundo de Vargas Llosa. Leer varias veces El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría o Los ríos profundosde José María Arguedas y adorar del mismo modo Palacio de la luna de Auster. Contemplar lo categórico en Los sonámbulos de Hermann Broch o morirme de risa con el Steinbeck de Tortilla Flat. Quedarme prendado de América de Kafka, o alguna otra de sus novelas, del mismo modo que me pasa al leer Con una sola pierna de Sacks. La maestría de García Márquez se resume en El coronel no tiene quién le escriba y en Crónica de una muerte anunciada; esas novelas enseñan a escribir. Cien años de soledad no enseña nada, es irrepetible. Durante un tiempo junté ediciones de El cuarteto de Alejandría; aunque el libro del cual tengo más ediciones es un poemario: 38 ediciones de La tierra baldía de Eliot, y contando. En fin, desde Junot Díaz hasta el anónimo que escribió El Lazarillo de Tormes. El sonido y la furia de Faulkner y Salón de bellezade Bellatin, pero también 2666 de Bolaño y Pedro Páramo de Rulfo. Una novela me cambió la vida: El retrato de Dorian Grey de Oscar Wilde. Ya había leído todo lo que había en mi casa, por obligación, cuando leí la novela de Wilde y solo entonces amé la literatura.
Hace poco releí El Quijote, la primera vez que lo hice de cabo a rabo fue en un curso de la universidad que dictaba Wáshington Delgado, todo un lujo, entonces, cómo no hacer mías las palabras de Kundera cuando dice no sentirse ligado a nada salvo a “la desprestigiada herencia de Cervantes”.
Eres poeta, narrador y editor, ¿cómo combinas todas estas facetas? ¿Hay alguna de ellas que te defina esencialmente?
Mi trabajo de editor ha estado íntimamente ligado siempre a mi escritura. La posibilidad de aprender de poetas y de narradores, mediante la edición de sus textos, es algo que mi escritura siempre ha aprovechado; al menos eso quiero creer. Tras la escritura de Fantasmas esenciales (2008-2011), pensé que la poesía me había dejado, pero escribiendo la novela (y no el libro de cuentos) comprendí que simplemente estaba ahora haciendo poesía en otro registro. Entiéndase, no hablo ni remotamente de esa infeliz etiqueta de “prosa poética”, en absoluto, sino de un estado. Ese estado poético encuentra su mejor expresión ahora, para mí, en mi prosa. Descubrir eso me ha dado una tranquilidad enorme. Siento que descubrirlo, o redescubrirlo, ha sido posible solo gracias a la escritura de la novela. El cuento es más esquemático, menos libre y allí radica su belleza y dificultad…
Mi trabajo de editor ha estado íntimamente ligado siempre a mi escritura. La posibilidad de aprender de poetas y de narradores, mediante la edición de sus textos, es algo que mi escritura siempre ha aprovechado; al menos eso quiero creer. Tras la escritura de Fantasmas esenciales (2008-2011), pensé que la poesía me había dejado, pero escribiendo la novela (y no el libro de cuentos) comprendí que simplemente estaba ahora haciendo poesía en otro registro. Entiéndase, no hablo ni remotamente de esa infeliz etiqueta de “prosa poética”, en absoluto, sino de un estado. Ese estado poético encuentra su mejor expresión ahora, para mí, en mi prosa. Descubrir eso me ha dado una tranquilidad enorme. Siento que descubrirlo, o redescubrirlo, ha sido posible solo gracias a la escritura de la novela. El cuento es más esquemático, menos libre y allí radica su belleza y dificultad…
Aunque creo que no hay mejor manera de responderte que citando a Baudelaire: “No hay entre los hombres más que el poeta, el sacerdote y el soldado. El hombre que canta, el hombre que bendice, el hombre que sacrifica y se sacrifica. Sé siempre poeta, aun en prosa”…Y aun editando, agregaría.
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