Ayer en lo de Pedro leímos nuestras producciones a partir de la idea de describir nuestros llaveros. Lo mìo, una pedorrada, que después de un mes sin encontrarnos porque Mairal estaba en Alemania, yo tenía mis papeles reabandonados (mi prosa no funciona sin incentivo externo). Pero después de putear durante un par de pàrrafos contra mis llaves de casa y las de mis hijos e hija y las del auto y los candados y las rejas, se me ocurrió que la culpa la tenìan los Barba Azules que inventaron las llaves.
Acabo de releer el cuento que ayer conté en el taller. Es más cruel de lo que me acordaba. Y las ¡dos! moralejas de Perrault para mearse de risa de lo contradictorias: un palo para la curiosidad femenina, un palo para la obsecuencia masculina (o, bué, una defensa del "manejo" de la mujer?)
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