El editor literario como creador de conversaciones: Gabriela Massuh y Leonora Djament
En las vísperas de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, dos editoras analizan el delicado equilibrio entre arte, negocio e intervención cultural que implica diseñar un catálogo en el mundo de los sellos "independientes"
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Daniel Gigena
DOMINGO 17 DE ABRIL DE 2016
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A poco de inaugurarse la 42ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el jueves próximo, dos figuras del mundo del libro comparten su mirada sobre el equilibrio entre arte y negocio que implica perfilar el catálogo de una editorial.
Una de ellas, Gabriela Massuh, fue editora en el sello Mardulce con Damián Tabarovsky, y cuenta con experiencia valiosa en la gestión cultural, ya que dirigió el Instituto Goethe durante varios años. Es novelista y ensayista, autora de Desmonte y El robo de Buenos Aires, libro aún poco leído, donde caracterizó la gestión del PRO en la ciudad como un "urbicidio". Leonora Djament fundó con Pablo Braun Eterna Cadencia, uno de los prestigiosos sellos independientes locales y, en 2015, recibió por su trabajo el premio de la Fundación El Libro como mejor editora del año.
LN:-¿Cómo evalúan las políticas del gobierno anterior referidas a la industria del libro?
GM: -No sé si respecto a la industria editorial hay algo de lo anterior que merece ser mencionado, equivalente por ejemplo a la inversión que se hizo en cine. En general se manejaron con preferencias. Respecto del libro, quiero rescatar la importancia del "Programa Sur" de traducciones de libros argentinos a diferentes lenguas tan sólo con la solicitud de alguna editorial extranjera interesada, que se implementó por primera vez con la Argentina como país invitado de la Feria de Frankfurt 2010 y sigue vigente. Espero y rezo para que esto no se modifique: es un logro que no tiene presencia en los medios porque la traducción de un libro no es una gran noticia, pero que a cuentagotas hace mucho más por nuestra cultura local que cualquier programa bombástico con eco mediático. Más allá de eso, me parece que durante la gestión anterior hubo relaciones demasiado carnales entre cierto sector de la Cámara del Libro y el gobierno kirchnerista. Esto pudo fomentar cierto clientelismo, es decir, beneficiar a un sector y no a otros en materia de subsidios. Respecto de la nueva gestión, lo que asusta un poco es una especie de paradoja entre buenos nombramientos y poca voluntad de financiar la cultura.
LD: -Creo que hubo ciertas políticas del gobierno anterior enfocadas a promover el sostén de las editoriales pequeñas y medianas que han funcionado con éxito y me parece que muchas editoriales independientes han logrado perdurar gracias a esos sostenes. En todo caso habrá que discutir de qué manera subsisten las editoriales pequeñas y medianas y si sólo pueden sobrevivir a costa de sostenes estatales, pero en muchos casos la gestión anterior ha promovido políticas que han ayudado a las editoriales, que ojalá continúen con este nuevo gobierno. Creo que no hay indicios todavía claros al respecto. De todos modos, lo que nos debemos es una gran reflexión sobre la viabilidad de los proyectos editoriales y la formación de lectores, lectores críticos, el papel de la lectura, qué es leer hoy, la enseñanza, las nuevas tecnologías. Sin un entramado que articule estos aspectos, entre otros, seguiremos pensando en políticas de corto plazo.
GM: -Las editoriales independientes tienen que manejarse sin apoyo del Estado. No existe un mercado del libro, ninguna editorial, que pueda subsistir solamente con el apoyo del Estado. No sería una editorial de éxito, a menos que uno piense en libros de texto. O en una editorial universitaria. Pero la independencia del Estado tanto económica como ideológica es condición sine qua non para que una editorial independiente se reconozca como tal. En la Argentina, por las presiones económicas, desde las más chicas hasta las más grandes, de Entropía a Adriana Hidalgo, de Caja Negra a Eterna Cadencia, se han manejado absolutamente autónomas. Los subsidios del Estado son espaldarazos, pero no las han hecho independientes. Por otra parte, tanto en España como en América Latina, este período en que se cerró la importación nos ha dado una paradójica ventaja comparativa, en el sentido de que nuestros libros estaban muy presentes en grandes librerías de España, de México y de otras capitales latinoamericanas. Para nosotros fue una gran revancha, porque toda la vida nos pasó lo contrario. Entonces ahora abramos los mercados para que entren competidores de América, por supuesto que sí, y que además podamos seguir estando constantemente afuera.LN: -¿Podrían las editoriales independientes sostenerse sin el apoyo del Estado?
LN: -¿Cómo es el trabajo de una editora hoy en la Argentina?
LD: -Siempre decimos en relación con Eterna Cadencia que, con su catálogo, un editor propone un modo específico de intervenir en una cultura en un momento determinado. Creo que desde ese lugar se construye un catálogo con determinadas miradas sobre la lengua; uno está abriendo diálogos o continuando conversaciones ya existentes.
LN: -¿Y se establecen esos diálogos en el catálogo?
LD: -Sin duda. A veces miro hacia adentro del catálogo y veo perfectamente las diferentes conversaciones que se establecen, inclusive entre colecciones diferentes. Un ejemplo es la cuestión del estatuto de la literatura hoy. Publicamos hace varios años el libro de Josefina Ludmer, Aquí América Latina. En uno de los capítulos ella plantea su idea de una literatura posautónoma o una posliteratura como característica de los textos que circulan en este momento y que antes llamábamos literarios. Al poco tiempo publicamos la reedición de Origen de la dialéctica negativa, de Susan Buck-Morss, sobre la Escuela de Frankfurt, donde se relee la categoría de autonomía de la literatura y el valor político del arte en la medida en que es autónomo. Leído a mediados del siglo XXI y en diálogo con el libro de Ludmer, cobra una relevancia muy valiosa. Son discusiones que tenemos que seguir teniendo.
GM: -Coincido por completo en el sentido del valor político del arte, pero quiero hacer una aclaración, precisamente en un momento en que la literatura contemporánea está imposibilitada de acercarse a una vanguardia. No hay vanguardias políticas, entonces tampoco va a haber vanguardias literarias. Llegamos a un momento en que el rol del editor es reflexionar sobre el rol del editor y de la literatura. Yo no soy editora en este momento, lo hice con gran placer al lado de Damián Tabarovsky en Mardulce, tuve una noción bastante directa de lo que era tener una editorial y trabajar con los colegas argentinos. Haber creado el grupo de Los Siete Logos (con Adriana Hidalgo, Mardulce, Beatriz Viterbo, Eterna Cadencia, Caja Negra, Katz Editores y Entropía), tener un proyecto conjunto y representarnos a todos en el exterior fue una de las experiencias más lindas de mi vida. Es como volver a un tiempo en que la Argentina era muy pionera, con sellos como Losada, Sudamericana, Emecé, todo lo que fundaron los españoles exiliados aquí. El rol de una editorial es darle importancia al registro de voces, buscar la voz propia, la voz regional, la voz ciudadana, la que no lo es; tratar de descubrir cuáles son las voces genuinas en territorios que no son Buenos Aires.
LN: -Las dos piensan que la gestión cultural trasciende el trabajo editorial. ¿Creen que la gestión cultural está privatizada o por fuera de la acción estatal?
GM: -Creo que hacer en la cultura exige reflexión sobre ese hacer y así automáticamente se pasa a la gestión. Eso no es sólo leer y editar sino también pensarte como factor cultural, dentro de un contexto histórico y político. No creo que la gestión se haya privatizado, hay gestión cultural pública y del Estado; a veces no estamos de acuerdo con ella, a veces está excesivamente incentivada y a veces, excesivamente no incentivada. En Nación había una hiperactividad cultural y en la ciudad se pecaba de lo contrario. De hecho, el Teatro San Martín está cerrado.
LN: -¿Se puede seguir hablando de buenos libros y de malos libros? ¿Quién decide eso?
LD: -En estos últimos años se ha ido cambiando la crítica literaria, el análisis, la lectura, por un "me gusta" o "no me gusta"; entonces el valor de un libro queda reducido a un placer o displacer en relación con esa obra. Creo que hay que seguir reivindicando la crítica y la lectura en sentido fuerte, porque los textos valen o no valen en la medida en que producen sentido, en la interacción entre ese libro y un lector o en un grupo de lectores. A mí me parece que sigue interesando qué hace ese texto con uno, cómo funciona, cómo están planteadas determinadas cuestiones. Creo que el gusto y el placer quedan de lado cuando uno lo piensa de esa manera, y también caen los jueces que dictaminan "este libro sí, este libro no", porque de lo que se trata no es del juicio del martillo, sino en todo caso de un juicio estético donde uno pueda poner en relación eso que lee con el resto de los discursos que circulan alrededor de uno.
LN: -¿Alguna vez como editoras decidieron no publicar lo que consideraban un buen libro?
LD: -Hay veces en que nosotros decidimos no publicar buenos libros, definitivamente, porque no hacen sistema con el catálogo, volviendo a esas conversaciones. Si un libro queda suelto o no dialoga, o uno siente que como editorial no puede apoyarlo en las librerías, en la prensa, esa editorial no tiene que publicarlo, y no está en duda el valor de ese libro. En ese sentido, el catálogo es un contexto que legitima decisiones.
GM: -Quiero agregar que me tocó renunciar a determinados libros considerados literariamente muy valiosos porque estaba convencida de que no iban a tener lectores. Es una discusión interna en las editoriales hasta qué punto uno apuesta a la escasez de lectores, a libros que todavía no tienen el conjunto de lectores que justifique la inversión. La gran chance de las editoriales independientes es que pueden dejar de lado la presión del mercado.
LD: -En todo momento pensamos Eterna Cadencia en su doble cara, en su valor simbólico y material, para que pueda subsistir en el tiempo y sea rentable, no en la medida en que los grandes grupos piden a una editorial que sea rentable, pero sí que sea sustentable en el tiempo y eventualmente que dé ganancias, por más pequeñas que sean, para que puedan reinvertirse en términos de libros. Para mí es importante no perder la dimensión de negocio en las editoriales independientes, para no abordarlas sólo en una lectura romántica de publicar "por amor al arte" o porque han recibido una cantidad de plata, o por ayudas estatales. Si uno piensa a largo plazo, no hay que perder de vista la dimensión de empresa o negocio de una editorial.
LN: -La distribución es crucial para las editoriales independientes.
GM: -Sí, es importantísimo, es el gran tema, tiene un enorme costo y no hay más opción que tener un buen distribuidor. La distribución propia es sumamente costosa, exige una infraestructura que una editorial no puede dar por sí misma: el 40% va para el librero, el 10 o 15% para el distribuidor. Hacé las cuentas de lo que significa que un libro de una editorial esté en todo el país. Y en un país como el nuestro, con pocos lectores, eso hay que encararlo con programas estatales de fomento a la lectura.
LD: -Creo que el equivalente de los libros de literatura que tenían una primera tirada de 10.000 o 20.000 ejemplares varias décadas atrás hoy no es la ficción literaria que nosotros publicamos, sino una ficción más comercial, que sigue teniendo muchos lectores. En un punto me pregunto si la ficción literaria siempre tuvo una cantidad bastante acotada de lectores, en un primer momento. Este tipo de literaturas que publicamos las editoriales independientes necesita tiempo. Ése es el gran problema: cómo lograr que el lector que en cinco años quiera leer estos libros siga teniendo acceso a ellos.
GM: -A veces las editoriales independientes no tienen en cuenta que el lector es un bien escaso. Veo que hay cierta selección de títulos que es más importante que la "apuesta" por ganar lectores. Hay una especie de prejuicio a ganar lectores; la editorial apuesta a esa vanguardia que es imposible que exista.
LD: -En ese sentido los festivales, sean el Filba, la Feria del Libro, los festivales de poesía, marcan un norte de cómo reconducir los textos literarios hacia los lectores.
LN: -Una editorial también rinde cuenta de los registros de voces y lenguajes diversos. ¿Cómo observan eso en nuestro país?
GM: -Es difícil en la Argentina hablar de tendencias. Cristina Iglesias una vez dijo que la literatura argentina contemporánea era la literatura de Buenos Aires. Creo que ahora está la contracorriente, que hay cierto afán en mirar los lenguajes del interior. Esto fuerza determinadas modas.
LD: -Por un lado, no hay una única tendencia sino que hay una conjunción de registros y géneros. Hay escritores que están trabajando con el género fantástico, la ciencia ficción, el terror, como Samanta Schweblin, Ricardo Romero, en una línea que tiene que ver con la construcción de una zona, de una mirada. Y hay una explosión simultánea de literatura urbana con diferentes autores: Gabriela Cabezón Cámara narra la violencia estatal de manera estilista; Tamara Kamenszain, en un libro que vamos a publicar en unos meses, trabaja en toda otra zona donde lo ficcional se adelgaza, aparece en primer plano la mera cotidianidad y cómo a partir de ahí se produce o no una experiencia estética. Todo esto cohabita en simultáneo en el presente.
LN: -¿Tienen una mirada sobre la acción de las grandes editoriales en la Argentina?
GM: -Desde las grandes editoriales se mira mucho a las independientes, con bastante nostalgia, porque ahí hay una gran presión de los sellos internacionales. Muchos editores espían y copian y cooptan, están muy pendientes. Por un lado es bueno y, por otro, es malo; lo peor es que te ignoren, que te copien está bueno y que te coopten no tanto. Después el autor vuelve, porque no todo lo que ofrecen las grandes editoriales es rosas.
LD: -La mirada de buenos y malos no sirve y no aporta. No creo que sea literatura comercial de un lado y "de calidad" por otra, porque tienen grandes catálogos de ficción local y extranjera, de la misma manera que en las editoriales medianas y pequeñas se editan cosas que caen. Y por otro lado, el negocio de ellos es otro. Son dos lógicas diferentes en torno a qué es el libro.
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