"Nunca le conté a nadie la historia de mi pena. Para todo el mundo soy una mujer feliz.
Es cierto que a primera vista la pena no me ha cambiado mucho. A veces pienso que la felicidad, como los buenos modales, es una costumbre del cuerpo. Todavía me gusta el amanecer en Buenos Aires y el olor del café. Me gusta mirar caras y dibujarlas en un papel en blanco. Me gustan los hombres altos, de voz suave. Me gusta que me quieran."
Vlady Kociancich, El templo de las mujeres.
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