MIÉRCOLES
Se me ha pegado esta semana una tristeza. Podría encontrarle distintos motivos. A la tristeza y al hecho de que no pueda despegármela a través de los días que van sucediéndose igual de tristes. Semejantes unos a otros en su pegoteosa tristeza. Podría decir que, luego de un domingo hermosamente soleado y tibiamente primaveral, el lunes lluvioso y con descenso de temperatura, me recuerda que la estación del amor y las flores aún no llega y es inútil apurar su llegada. Podría decir que me estoy despidiendo de mi mamá que sufre de cáncer. Incluso podría decir que tendré que despedirme de ella sin haberla disfrutado como mi desprotegida inocencia de hija hubiese deseado. Podría agregar que mi trabajo es agotador y da pocos frutos. Que mi hijo mayor está de viaje de egresados y lo extraño muchísimo.
Todos son buenos motivos para justificar la tristeza que se me pegó. Y todas las cosas alegres y placenteras que me bailan alrededor la despegarán uno de estos días. Uno de éstos. Pero no hoy.
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