Me llamás. Te digo que no y me volvés a llamar. La insistencia, la decisión, la manifestación expresa de deseos es inédita en vos.
Llegás sonriendo y con chocolates. No me criticás nada de la casa ni de mí misma. Seguís sonriendo. Proponés qué hacer a la tarde y a la noche. Parece que supieras lo que querés. No usàs indirectas, no esperás que yo adivine ni complete tus pensamientos. Sos vos el que cuenta anécdotas nuevas y viejas, vos el que recuerda con amor.
Me besás la mano a la mañana siguiente. No reclamás atención ni promesas. Me dejás en la cocina la botella de licor de café que elegiste. Te bancás que yo me cague de risa de tus defectos y de lo que hacés o decís. Te ponés a mirar mi carpeta de guitarra y me hablás de música. Escuchás mis aventuras con otras gentes que tocan y cantan. Cuando traigo la guitarra y canto Desconfío decís que aprendí a cantar en vez de buscarme los defectos haciendo bandita con nuestro hijo malaonda.
Quien nos conozca y conozca nuestra historia valorará en toda su dimensión estas tímidas postales.
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