Hoy me levanté, domingo lluvioso, y me fui al Carrefour. Nunca voy al carrefour: porque voy al Coto, porque mijita me lleva al Día. Pero hoy aproveché que mijita la ahorrativa no está y que el Coto está cerrado y me fui al Carrefour. Qué loca ¿no?
En el Carrefour gasté el triple de una compra normal. Pero ésta no fue una compra normal: Compré cosas tan interesantes y caras como un balde violeta, una esponja patito, mata cucarachas, almendras peladas y con cáscaras, la tintura para mi pelo, un vestidito camisón para ir a Azul y no asustar compañeras, dos pares de medias y siete novelas en la mesa de saldos. Más todo lo de rutina. Ah, y un melón.
Entre las siete novelas que me traje de la abandonada mesa de saldos del feo Carrefour, llena de liquidaciones de Alfaguara, está la de Dujovne Ortiz, Un corazón tan recio, sobre la vida de Santa Teresa, de la que habló mi amigo salteño Augusto Gonzalez Molina. ¿No soy una chica con suerte? Ahí estaba el librito esperándome.
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