En mis peores momentos de desilusión, de odio hacia mí misma y mi tonta manía de entenderlo todo, he pensado que él tendría toda una versión diferente de las cosas que pasaron entre nosotros, toda una historia paralela donde yo sería una trola que le metía los cuernos.
El otro día le hice contarme todo desde el principio. La primera sorpresa fue que no le sorprendiera que yo le preguntara "¿Cómo contás nuestra historia? A ver, contame todo cómo fue" y él no se resistiera, lo hiciera naturalmente, sentados en el auto, tomando cerveza estacionados en la plaza. Que a él no le resultaran extraños mis planteos a esa hora, en ese lugar, en este momento de nuestras existencias locas.
Y lo que me contó fue mi propia versión de las cosas, "nuestra" vida, la que vivimos juntos: una versión llena de "yo me asusté", "yo hice esto mal", "yo estaba loco", "yo estaba enfermo", "yo me mandé mil cagadas", una versión que retomaba los mismos hitos que retomo yo: el novio inicial, el "me gustabas", el recital de GIT, mi mudanza, mi darle las llaves, Julián de sorpresa, Magdalena a pedido mío, Rafa por decisión de él, la separación, el divorcio, su decisión de estar solo porque no puede estar con alguien.
Le dije que nos parecemos en más cosas de las que los dos admitimos, le hice mi teoría del reviente (que detesto pero aplico a mí misma también), del "yo soy diferente", "yo soy para estar solo", "yo soy la impar". Me dijo su teoría del matrimonio (¿"como el de mis viejos"?). Le dije que jamás me hubiera imaginado su postura tan tradicional. Le dije mi teoría del amor + amistad + vida juntos + sos testigo de lo mejor y lo peor de mí como Susan Sarandon en Bailamos.
Nos morimos. Los dos. En Los pinos revivimos un poco.
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