Dice en feis Felix Bruzzone
1 hora ·
Tengo un cliente verdulero al que martes por medio le limpio la pileta pequeña y mugrienta que tiene, y que martes por medio tiene la receta para salvar a la Argentina del desastre. Además de su casa con pileta mugrienta tiene una verdulería y un Chevy pintado a pincel con el que va al mercado central a comprar bolsas y cajones. Una tarde paso por su verdulería a ver si me hace precio o si al menos me da buena mercadería. Ni una cosa ni otra. Todo semipodrido y caro. "Hay que pagar la nafta del Chevy y es imposible competir con los bolivianos", dice.
El tipo es radical, muy. Una patrulla perdida. En la verdulería de persianas bajas que parece un comité tiene una foto de Alfonsín en el 83 y otra de Gil Lavedra en el jucio a las juntas, con ese bigote de western que hace que cada paisano que entra a comprar le diga "qué hacés, pistolero". Hay también un hombre grandote y viejo sentado en un banquito. No se sabe si duerme o medita. Y está siempre ahí con su dominó imaginario, un mueble más. En la verdulería, el tema de salvar a la Argentina no es martes por medio, es permanente. Quizá por eso sea que adentro del lugar reina el desastre. También acá está esa Argentina a la que hay que salvar. Mimetizarse con el desastre para encontrar mejor la solución. No enmascarar. Ser fiel a la realidad concebida. Ser honesto con tu sueño de demolición permanente y demoler entonces tu entorno y convertirte vos mismo en escombros. Una forma de autoinflingirte los daños y las contradicciones del sistema, y salir fortalecido, mi superhéroe verdulero. Tu nave es tu Chevy. Tus armas no sé, ¿las zanahorias? Tu virtud, el desapego. Tu amor, la mujer que te espera en casa hasta tarde con el plato de comida caliente, pero ya recostada, "las várices, viejo". Tus ayudantes, el hombre dominó y el alma de Raúl Ricardo. Todo indicaría que se puede. O al menos eso decía Angeloz.
El tipo es radical, muy. Una patrulla perdida. En la verdulería de persianas bajas que parece un comité tiene una foto de Alfonsín en el 83 y otra de Gil Lavedra en el jucio a las juntas, con ese bigote de western que hace que cada paisano que entra a comprar le diga "qué hacés, pistolero". Hay también un hombre grandote y viejo sentado en un banquito. No se sabe si duerme o medita. Y está siempre ahí con su dominó imaginario, un mueble más. En la verdulería, el tema de salvar a la Argentina no es martes por medio, es permanente. Quizá por eso sea que adentro del lugar reina el desastre. También acá está esa Argentina a la que hay que salvar. Mimetizarse con el desastre para encontrar mejor la solución. No enmascarar. Ser fiel a la realidad concebida. Ser honesto con tu sueño de demolición permanente y demoler entonces tu entorno y convertirte vos mismo en escombros. Una forma de autoinflingirte los daños y las contradicciones del sistema, y salir fortalecido, mi superhéroe verdulero. Tu nave es tu Chevy. Tus armas no sé, ¿las zanahorias? Tu virtud, el desapego. Tu amor, la mujer que te espera en casa hasta tarde con el plato de comida caliente, pero ya recostada, "las várices, viejo". Tus ayudantes, el hombre dominó y el alma de Raúl Ricardo. Todo indicaría que se puede. O al menos eso decía Angeloz.
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