Ya volvió Rafa del laburo, ya sacó a los tres a la calle, los miró él, sonrió beatíficamente ante la libertad de los caninos en vereda, entraron en diez minutos, dejó la puerta de calle abierta y hasta soporté que circularan un rato entre cocina, patio y mundo exterior atemorizante.
Ahora ya estamos todes tirades en sillón y alfombra, chupándose los pitos y yo escribiendo.
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