Yo quisiera poder hacer lo que me dé la gana detrás de la cortina de la locura. Así, arreglaría las flores todo el día, pintaría el dolor, el amor y la ternura, me reiría a mis anchas de la estupidez de los otros, y todos dirían:
¡Pobre, está loca! (sobre todo me reiría de mi estupidez). Construiría mi mundo, que mientras viviera, estaría de acuerdo con los otros mundos. El día, o la hora, o el minuto que viviera sería mío, y de todos. Mi locura no sería un escape de la realidad...
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