lunes, 8 de junio de 2015

Heterónimos de Pessoa

Novedades de Junio en El Cuenco de Plata
Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935), es una de las figuras insoslayables de la poesía contemporánea. Poeta, ensayista, narrador y traductor, sus primeros años transcurrieron en Ciudad del Cabo, donde su padrastro estaba a cargo del consulado de Portugal en Sudáfrica. A los diecisiete años se trasladó a Lisboa, donde estudió Letras y alternó el trabajo de oficinista con su vocación por la literatura. Aunque en vida sólo publicó un volumen –Mensagem (1933)–, la aparición póstuma de sus inéditos le ha valido un reconocimiento universal. La compleja personalidad del poeta se expresa a través de la invención de numerosos heterónimos, dotados cada uno de ellos de rasgos diferenciados y una biografía propia; entre otros: Alberto Caeiro, poeta bucólico esencialmente pagano; Ricardo Reis, “latinista por formación y semihelenista por devoción”; Álvaro de Campos, poeta del “sensacionismo”, interesado por la técnica, las vanguardias europeas y la renovación del lenguaje poético; y Bernardo Soares, a quien le atribuye el memorable Diario del desasosiego. El heterónimo Antonio Mora se considera discípulo y admirador de la obra de Alberto Caeiro, y entre su producción en prosa resultan fundamentales los textos destinados a dar a conocer el proyecto de una refundación del paganismo.
En el teatro de los heterónimos de Fernando Pessoa, Alberto Caeiro hizo su entrada el 8 de marzo de 1914, fecha en que el poeta (Pessoa), “en una especie de éxtasis”, escribió varios de los poemas de El cuidador de rebaños parado frente a una cómoda. Desde ese momento Caeiro ocupó el lugar indiscutido de maestro del propio Pessoa y de “todos los del grupo”, asunto sobre el que cada cual dejó su testimonio. La biografía de Caeiro se reduce a dos fechas, como él mismo pedía: 1889 y 1915, lapso que pasó en una casa de campo en la provincia portuguesa de Ribatejo, dedicado a “vivir, ver y oír” y escribir versos.

No hay comentarios:

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...