Pido que el hombre me sorprenda y viene y me sorprende. Mi histeria dice que quería una sorpresa más larga pero no le damos ni cabida.
Mientras hago fuerza por no llamarlo, por no pensar trucos pelotudos para atraerlo, se me aparece en la puerta al grito de "Rafael" (que no está) y me da el pedal arreglado de la máquina de coser de Magdalena (que tampoco está) y se va con uno de sus besos de marido apurado.
¿No querías un marido, Paulita? Bueno, es así, o casi: Me explica que se va rápido porque le van a venir a ver los autos. Que después hablamos.
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