Goce de la mujer,mi exterior absoluto,estallido de la carne en mi propia carne, convulciones que me fascinan como puede fascinar un desierto o un oceáno porque me excluyen,y consagran una especie de indivisión natural que se basta por si misma; no hay fracturas en este delirio infinito que nunca cesa de mantener el hombre a distancia,de deportarle trazando en torno a él imperceptibles,pero infranqueables cercos.Pues este interior en el que la mujer,pese a todo,me hace entrar,está cerrado como la cámara oscura en el que el fotógrafo revela sus negativos.
Secreto sin secreto,escondite que no resguarda nada,inmensa huída inmóvil que se oculta a cualquier pesquisa.Tener entrada en la cortesía de una mujer es saber que tal vez ese "secreto" nos será murmurado,pero que no lo entenderemos.
No se puede añadir impunemente al terreno amoroso el goce de la mujer ; desde el momento en que lo hacemos,esta voluptuosidad se hunde a sí misma y destruye vertiginosamente los sentidos en los que queremos encerrarla.
Del goce de la mujer,el hombre sólo participa de su evasión.
Los espasmos de la amada,se translucen en una cara contraída que,bajo el peso de una insostenible devastación,no me ve,un rostro que no puedo contener es una mirada como durante el sueño,una piel incandescente que se me pega o se me escapa,un vertiginoso ballet de piernas,de brazos,de besos, que me abraza y me rechaza,se exaspera con mi contacto,aumenta con mi distancia,me habla de mil cosas que no entendiendo y jamás me dice otra cosa que esto: yo no estoy donde tú estás,yo naufrago donde tú no te estremeces...
Hablar de este goce,es hablar del paraíso desde el purgatorio,hablar de la tierra prometida a partir del
desierto..
Es escribir desde el exterior de nuestra diferencia,sobre una extrañeza que nos angustia y nos oprime el corazón.
¿Por que amar estos transportes amorosos?,¿que ganamos con ello?. La posibilidad de perdernos...
De ahí el terror o el odio de ciertos hombres ante la convulsión erótica femenina,la mujer es su límite,lo que le bordea por todas partes,la tentación a la que no puede ceder aunque lo quisiera con todas sus fuerzas.
El goce de la mujer no es la atracción del fruto prohibido; este fruto no está prohibido, es imposible, inalterable.
Allí donde la mujer desfallece en los espasmos de la voluptuosidad, el hombre mantiene la cabeza fría, y aunque quiera, no puede acompañarla.
Frente al goce de la mujer no hay "técnicos"-(el que juega con el cuerpo de otro)-,sólo hay amantes desasidos y en primer lugar, desasidos del poder que creen ejercer.
En dicho sentido,ningún amante es el mejor..ni el supermacho pretencioso con un "aparato" imponente, ni el Hércules con el miembro entorchado, ni el metrosexual más acicalado. La mujer jamás le devuelve bajo forma de recompensa, regalo, premio de honor engalanado, la fuerza que le han despertado. Permanece indómita,ajena a toda "apropiación". Si acaso,la mujer venera a su amante, no por el placer que la hace sentir, sino porque le ayudó a descubrir un "territorio" de ella misma, que no conocía.
Hacer gozar, no es sinónimo de poseer, la intensidad de los relámpagos que surcan la carne de la amada desbarata todas las intenciones de su compañero.
El cuerpo de la mujer es línea de fuga, trozo de universo con infinitos poderes, esfera en fusión de la que surgen los planetas, los vientos, la trayectorias minúsculas o gigantescas, los cometas que parten del vientre y estallan en la cabeza o en las falanges de las manos, penachos de sensaciones difundidas continuamente a los cuatro hemisferios del cuerpo y que franquean, alteran, el umbral masculino de lo genital.
Dar placer al otro, es asumir el riesgo de su diferencia,es abrir en uno mismo la deliciosa llaga por la que se escapa y se distancia de tu dominio por el punto exacto que le une a ti.¿Quien no ama con un amor loco o con una loca indiferencia a aquél o a aquélla que derriban los límites en que nos mantiene la vida "civilizada" y despierta en nosotros unos cuerpos que no sospechabamos?.
Goce...lo que no permite ninguna imagen,retrato,sustitución,aquello que sólo se capta en instantáneas y desgarradoras querellas..
La mujer hace el amor para despertar su deseo, y no para matarlo y expulsarle de ella como el hombre.
En el amor hay un tiempo verbal que la mujer no posee,el pretérito perfecto. Jamás ha gozado en el sentido en que ha finalizado con su excitación,goza;es algo que circula constantemente sin resolverse,sin reabsorverse.
El cuerpo femenino no bate récords(cuantos orgásmos por hora, por minuto, por segundo,pasatiempo favorito de los sexólogos), los ha pulverizado todos de antemano. Lo infinito del placer femenino no es el crecimiento constante de un mismo estado,sino una alteración insesante, el encadenamiento de metamorfósis impredecibles.
Su única exigencia,honrar todas las partes...la boca tanto como el sexo,el útero tanto como la vulva,la oreja como el trasero...hacer oír los cantos más variados,buscar las modificaciones más sutiles de la piel. Estar en todas partes para el goce,al que se proclama prisionero de las masmorras del pubis, ya no esté en "ningún lugar"..
Unas pasiones que aparecen y se yuxtaponen a las anteriores sin expulsarlas,así es,tal vez, el funcionamiento de lo femenino.
El grito,el gemido,en el goce de la mujer, es una irresoluble cuestión, de saber si el grito(o tal vez llanto)ha sido un efecto de desahogo o de recarga, si tal inundación pulsional anuncia la muerte de un placer o su comienzo.
Si tal éxtasis,tal detención de los suspiros y de la respiración, proviene de una desnivelación del bienestar o de su subída paroxística ; en suma, el deleite voluptuoso mana incesantemente hacia su crepúsculo al mismo tiempo que hacia su renacimiento.La mujer en el goce,ha producido unas huellas y la ha borrado..
Cada ardor, cada estremecimiento,calor,emoción,es una gran dispersión del éxtasis por todo el cuerpo. De tal manera que la mujer puede explicar amorosamente a su amante algo que no es metáfora : pasas por todas partes de mí...
A partir de ahora,cualquier cosa la afecta, los arrobamientos la sorprenden,está perdida en una suma de presencias y ausencias.
Múltiples paraísos se disputan el espacio finito de su carne;cada poro,cada orificio de su epidermis es como una boca que capta unas señales provenientes del universo y despide otras, su piel se eriza de tentáculos,se convierte en puertas entre el fuera y el dentro, respiración sensorial del mundo mientras que el mundo se convierte a su vez un fragmento de su cuerpo.
Difícil escribir,describir a propósito de un goce que no es el nuestro. Los hombres sobre la femineidad y el goce
de la mujer,sabemos poco o nada.
Quizá nuestra primera tarea sea la de reconstruir nuestras propias costumbres a partir de las maneras de gozar y de vivir de nuestras parejas.
Tenemos que despojarnos de falsas creencias y mitos,acerca del goce de la mujer. Veamos en el goce de la mujer una posibilidad de libertad y placer incrementado.Acojamos en nosotros,la turbulencia de lo femenino,por muy inquietante que resulte.No pretendamos ser la supremacía del goce y el placer...
Dejémonos invadir de ese placer y que sea una desoxidación bienhechora de nuestros fantasmas.Sabemos que solos, no lo conseguiremos...y juntos, gozaremos mucho más.
Pascal Bruckner y Alain Finkiel. El nuevo orden amoroso.
1 comentario:
"Tener entrada en la cortesía de una mujer es saber que tal vez ese "secreto" nos será murmurado,pero que no lo entenderemos."
BRILLANTE.
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