domingo, 16 de junio de 2013

Al costado de cualquier cancha

Dice Mariano Saba en feis:



Mi viejo me llevaba a jugar a la pelota: a los bosques de Palermo, a los patios escolares, a los clubes… Me soportó desde chico con la miopía ilusoria de querer ser un crack de fútbol a puro grito vociferante, de querer ser un siete de lujo y velocidad con el talento machacado de un cuatro a cadera fija y megáfono. Y sin embargo, mi viejo siempre me confió. Me vio errar penales frente a la barra enfurecida de Defensores de Belgrano, me vio transpirar como un camello tratando de cazar un don que me gambeteaba. Pero siempre me apoyó, siempre me alentó. Con los libros fue igual: no me voy a olvidar nunca una vez, muy chico yo, entramos con él y mi vieja a una librería, y yo me encapriché con un libro verde que me parecía bonito porque tenía un caracol en la tapa. “¿Lo vas a leer todo?”… ¡Sí, sí!... Y me lo leí. “Bestiario”, era. Me leí eso y quedé prendado de esa otra red medio futbolera que se arma con letras, y que te pesca también y te deja boqueando. Y al borde de las historias que me gusta farfullar ahora, también está mi viejo, escuchando siempre -él me contó las primeras-, con el mismo estoicismo silencioso, confiado y conmovido con que me veía pifiar goles. Gracias, viejo. Ojalá que mi pibe también mire al costado de la cancha -de cualquier cancha, no importa el juego- y me pueda buscar sonriendo.

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...